El próximo miércoles se cumplen sesenta años desde que murió Manolete. Un matador de toros que ha pasado a la historia por algo más que su profesión y cuya biografía, a la vista de todos los libros recientemente publicados sobre él, sigue siendo un enigma de la reciente historia.

El año de su muerte, 1947, Franco presentó, para su aprobación por el pueblo español, su propia Ley de Sucesión, que se ratificó en un referéndum, con escaso fervor popular; Eva Perón visitaba España cargada de trigo y Antonio Machín estrenaba sus angelitos negros. Sin embargo, la muerte de Manolete fue la noticia del año.

En 1946, Manolete tan solo había actuado --en cuanto a plazas españolas se refiere-- en la corrida de la Beneficiencia de Madrid y para el año 1947 su intención (al contrario, de las casi 50 corridas que le firmó Camará, su apoderado) era participar en muy pocos festejos porque lo que realmente quería Manolete era retirarse de la profesión.

El propio matador declaró que se retiraría al final de aquella temporada porque decía: "El hambre que tengo ya es de vivir la vida y no continuar siendo un muñeco y un esclavo de ella". Siendo imprescindible, para entender la afirmación anterior, el conocer que Manolete ya no estaba solo y que comparte su vida, pese a la oposición más que sabida de su entorno, con una actriz de buen ver conocida como Lupe Sino.

La realidad es que era el héroe de España y ahora él ya solo tenía ojos para su prometida, con la que había disfrutado de viajes e ilusiones y con la que según el crítico taurino Antonio Bellón tenía previsto casarse el 18 de octubre de 1947. Un matrimonio que, según el fallecido Alfonso Navalón, "ni a Camará ni a Alvaro Domecq, les convenía".

Pero todo se desvanece poco después. La herida que le causó Islero en el triángulo de Scarpa de la ingle derecha tiene casi treinta centímetros y lesiona la vena femoral, la arteria del mismo nombre y el músculo sartorio, siendo asistido en la misma enfermería de la plaza.

Estas lesiones pudieron ser o no ser mortales, pero la realidad es que el torero muere tras recibir una transfusión. Una existosa segunda intervención le permitió al torero recuperar la tensión arterial, el pulso y solicitar tabaco. A la vez que mejora la salud del espada comparece en el hospital Lupe Sino, pero no se le permite que pueda verle, según cuenta Carmen Esteban, por cuanto Camará le dijo: "Si le quieres, no entres".

Después, tras recibir una transfusión --según relata sor Anselma García Mena, una de las asistentas del hospital--, se vivieron los últimos momentos del torero: "Apenas iniciada la transfusión, Manolete no hacía más que decir que le quitaran eso que se iba a morir y que no veía. A continuación, dobló la cabeza y murió". Mientras, Lupe Sino esperaba sin que le dejaran ver al matador, quizá para evitar un matrimonio in artículo mortis que a la vez pusiera en peligro el destino de la fortuna del espada, que figuraba a nombre de su apoderado Camará y de Álvaro Domecq.