La secuenciación del genoma de la cobra real, la serpiente venenosa más grande del mundo, podría ayudar a la obtención de nuevos fármacos, según los resultados de un estudio internacional con participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

El trabajo, publicado en el último número de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), apunta que "conocer el mecanismo mediante el cual una proteína ordinaria se transforma en una toxina, podría permitir, en un futuro, reproducirlo en el laboratorio y modificarlo para que en vez de matar, ayude a curar".

Se trata de la primera secuenciación genómica de una serpiente venenosa, explica el CSIC en un comunicado, que detalla que de forma simultánea, se ha secuenciado el genoma de la serpiente pitón de Birmania -no venenosa-, lo que ha permitido a los investigadores comparar ambas secuencias de ADN y vislumbrar claves moleculares sobre el origen evolutivo de la producción de veneno en la cobra real.

"Durante su evolución, las serpientes venenosas han desarrollado unas glándulas en las que determinados genes se han ido transformando en toxinas, que más tarde han formado sus venenos", ha explicado el investigador del CSIC Juan José Calvete, del Instituto de Biomedicina de Valencia.

Las neurotoxinas letales aisladas de venenos de cobras están en fase clínica para el tratamiento de dolor y el objetivo es poder llegar a emplear ese efecto bloqueador de las toxinas para "controlar la actividad de los receptores sobreactivados presentes en algunas enfermedades", ha concluido el investigador del CSIC.

Aunque el veneno de la cobra real, una especie que vive en el sureste asiático, no es el más potente del reino animal, unos 7 mililitros podrían matar a un elefante.

Las toxinas de su veneno afectan principalmente a los sistemas cardiovascular y nervioso y bloquean específicamente receptores vitales para la transmisión nerviosa. La muerte sobreviene por fallo cardíaco y arresto respiratorio.