Hasta se hizo una película con su nombre en 1970, protagonizada por Alain Delon y Jean Paul Belmondo. Borsalino, la histórica marca de sombreros fundada por Giuseppe Borsalino en 1857 y pionera del made in Italy está en quiebra. La deuda de 20 millones que dejó el anterior propietario ha llevado a un juez de la ciudad de Alessandria, en el norte de Italia, a tomar tal decisión. La empresa está ahora en manos de dos administradores y los 134 trabajadores empiezan el año con el deseo de continuar con su actividad, aunque lo cierto es que, si no se encuentra un nuevo inversor, en seis meses se dará la puntilla a un nombre que forma parte de la memoria colectiva italiana. Y la paradoja es que la empresa no quiebra por la caída de las ventas (el año pasado facturó 17,5 millones), sino por el agujero que dejó el propietario anterior, Marco Marenco, arrestado en el 2015 tras protagonizar la mayor bancarrota de la economía italiana, por valor de 3.500 millones.

Borsalino está pagando las consecuencias de una cadena de errores de gestión. Desde que en los 90 dejó de pertenecer a la familia fundadora, se ha visto arrastrada por los escándalos de sus diferentes propietarios y ha ido pasando de mano en mano. Los números han pesado más que la tradición de una casa histórica que a partir de sus sombreros de fieltro logró transformar un producto de masas en un objeto de culto. Eran los sombreros de Italia, que conquistaron América primero y Europa después, gracias en parte al cine. En el recuerdo están Humphrey Bogart e Ingrid Bergman en su despedida al final de Casablanca y Harrison Ford en la piel de Indiana Jones. En la actualidad, Borsalino tiene 10 tiendas en Italia y una en París, además de estar presente en infinidad de boutiques y grandes almacenes: de Saks Fifth Avenue a Harrod’s, pasando por las Galeries Lafayette y Printemps.