Contaminación, tráfico, riesgos alimentarios, derechos humanos, represión de minorías étnicas... Nunca una previa olímpica fue tan estresante. Pero como en el fútbol, el ruido acabó en cuanto la pelota empezó a rodar. Hay acuerdo en que las ceremonias de inauguración y clausura no admiten comparación, y entre ambas han sobrado razones para considerar los JJOO de Pekín como los mejores de la historia.

El liderazgo en el medallero y una organización milimétrica, pero humanizada por las sonrisas de los voluntarios y la espontaneidad del pueblo, han fortalecido la imagen del país. El éxito pone fin a los complejos históricos que arrastraba China y la devuelve a un lugar preponderante en la escena mundial.

ORGANIZACIÓNAtletas y periodistas la definen como la mejor de la historia

Las instalaciones olímpicas de Pekín, nuevas en su mayoría, no admiten comparación. El Estadio Olímpico (Nido de Pájaro) o la piscina (Cubo de Agua) representan la arquitectura contemporánea más audaz y epatante. La organización ha sido exacta como un reloj suizo, "impecable", como afirmó el COI en la ceremonia de clausura.

Atletas y periodistas la califican como la mejor de la historia olímpica. Al contrario que en anteriores citas, en Pekín ni siquiera hubo los habituales fallos de los primeros días. Las limitaciones al tráfico privado descongestionaron las calles, por las que la familia olímpica tuvo preferencia de paso.

Pekín invirtió 30.000 millones de euros en su aventura olímpica, el triple que Londres 2012. Gran parte se destinó a la renovación de la capital, que ha impactado a los visitantes con su ubicua jardinería, gruesas avenidas y remozadas fachadas.

Gran parte del éxito corresponde a los miles de jóvenes voluntarios, distinguibles por sus camisetas azules y perennes sonrisas. En contra de lo temido, los voluntarios no pecaron de rigidez e improvisaron con frecuencia soluciones a pequeños problemas logísticos.

También la Villa Olímpica fue señalada por los atletas como intachable, con habitaciones confortables y funcionales en lujosos apartamentos. Como ya adelantó este diario, las dudas de ciertas delegaciones acerca de la comida china eran absurdas. La empresa que sirvió el cátering en Pekín es la misma que en anteriores JJOO.

CONTAMINACIÓNLos cielos más azules y limpios en varias décadas

La foto del equipo ciclista de EEUU saliendo del aeropuerto pequinés con máscaras queda como ejemplo de estupidez y provocación. La contaminación ha sido mínima en Pekín, como era de esperar. La capital ha disfrutado del mejor aire desde los albores del milagro económico, gracias a una batería de medidas que incluía restricciones al tráfico, cierre de fábricas contaminantes y la lluvia artificial.

En los meses previos se había especulado con retrasar o trasladar competiciones. El catastrofismo de algunas delegaciones ha quedado ridiculizado por los 39 récords mundiales y 85 olímpicos batidos, el de maratón entre ellos.

Una vez superado el reto olímpico, toca el ciudadano. En China mueren millones de personas cada año por causas relacionadas con la contaminación. En los últimos años, la baja calidad del aire ha sido un drama diario (y globalmente ignorado) para 15 millones de pequineses, que temen su empeoramiento cuando las medidas caduquen tras los Juegos Paralímpicos, a finales de septiembre. Es previsible que las fábricas reabrirán con la intención de recuperar el tiempo perdido.

POLÍTICAEl inicio de la competición acalló todas las quejas

Los JJOO más politizados desde Berlín, como se les ha llamado, dejaron de serlo ya en la ceremonia de inauguración. Con más de 80 jefes de Estado en las tribunas, no hubo rastro de boicoteo político. Sarkozy, el más crítico, acudió puntualmente.

Tampoco los colectivos hostiles a China aguaron la fiesta. Los independentistas uigures hubieron de atentar a 4.000 kilómetros de Pekín, el organizado movimiento Free Tibet solo pudo mostrar algunas camisetas y pancartas, y no hubo noticias de la secta Falun Gong, que en el pasado protagonizó acciones audaces. Los manifestantes extranjeros fueron tratados con delicadeza, pero a los chinos les fue peor.

No hubo tregua olímpica para los derechos humanos. Se denegaron las 77 peticiones para protestar en los tres parques habilitados para ello, una imposición del COI que China había aceptado a regañadientes. La policía aprovechó para detener en la misma ventanilla a algunos solicitantes, entre ellos una pareja de ancianas que pretendían denunciar uno de los habituales expolios de tierras.

SEGURIDADVigilancia extrema que ha pasado casi desapercibida

La seguridad ha sido tan extrema como sutil. China sabía que una alta concentración de uniformes incomodaría a los visitantes y optó por la discreción: cámaras de vídeo y voluntarios para ayudar a los más de 100.000 policías. El ambiente ha sido mucho más distendido que durante los cónclaves políticos anuales. Tras pasar un rápido control en el hotel, los periodistas subían a un autobús que los dejaba sin más trámites en las instalaciones olímpicas. Un veterano periodista afirma que la seguridad en China ha sido mucho más llevadera que en cualquier otra cita olímpica.

China denegó muchos visados antes de los JJOO, lo que ha reducido notablemente este verano el número de extranjeros en Pekín. El cierre de algunos locales de ocio había despertado los temores a unos Juegos sin diversión, pero los bares han abierto hasta las acostumbradas altas horas de la madrugada. Las concurridas terrazas y discotecas del céntrico barrio de Sanlitun han congregado a visitantes, periodistas y atletas con medalla al cuello, muchos de ellos pasados de copas.