La España de Rajoy evoluciona hacia un neocentralismo asimétrico, en el cual caben los desafíos soberanistas a la catalana, los nacionalismos de reacción (como el madrileño), las excepciones habituales (Navarra, por ejemplo) y la integración de aquellas comunidades que por su vocación española y el hecho de tener gobiernos del mismo color que el central parecen abocadas a ser abducidas por este último. Aragón encaja en tal supuesto, y de hecho está evolucionando ya de regreso a la que fue durante decenios su posición habitual: la de un territorio sin estrategias propias ni peso específico en las políticas del Estado. El problema queda hoy eclipsado por el impacto de una crisis general y el desprestigio de la política. Pero se manifestará a medio plazo si, como parece, nuestro destino es volver a ser un espacio neutro fácil de contentar con pequeñas concesiones localistas.

IMAGEN TÓPICA Y DESVAÍDA

Sin mayores pretensiones, Aragón ha ido adquiriendo en los dos últimos decenios una creciente capacidad de autogobierno, que tal vez no haya sido utilizada de manera óptima pero que ha contribuido a superar no pocos déficits históricos. El que se refiere a las inversiones públicas, por ejemplo, se redujo de forma significativa en el pasado decenio. Dichas inversiones, asociadas a la adquisición de mayores competencias contribuyeron (los datos estadísticos mas elementales lo demuestran) a transformar la realidad de forma positiva.

Existe la sensación de que esa etapa ha acabado. Si tras ella retornan los viejos tópicos del Aragón baturro, desvaído, conformado y plegado al centralismo, el destrozo puede ser dramático.

SUBORDINACIÓN AL GOBIERNO CENTRAL

En el último año, la subordinación de la DGA al Gobierno central y la intención de la presidenta Rudi de mantener un perfil bajo ha devaluado la posición de Aragón en la política española (y no es que tal posición fuese relevante). Teóricamente, el PAR debía actuar como palanca para romper la inercia y evitar caer en el olvido. Es muy dudoso que este mecanismo haya funcionado. La escenificación de las negociaciones relativas a los Presupuestos Generales del 2013 apenas ha dado de sí la recuperación del Fondo Especial de Teruel y algún reajuste adicional cuya ejecución está por ver.

El futuro se presenta incierto. En un escenario de crisis y recortes, la política territorial será (diga lo que diga el partido gobernante) más compleja que nunca. Aragón tiene mucho que perder.