Volvemos a tener a Ciudadanos en la cresta de la ola, después de que en las autonómicas el partido quedara por debajo de sus posibilidades en zonas donde los sondeos le auguraban que se iba a comer el mundo. Lo que pasó, a mi entender, es que tomaron al votante por tonto y decidieron que cualquier candidato valía mientras se apoyara en unas siglas emergentes y triunfadoras. Que la ola llevaría a puestos de responsabilidad prácticamente a cualquier candidato que tuviera la boca cerrada y no desagradara a la vista. Y mira, no. En sitios como Aragón, quedó claro que si el aspirante no está preparado, o directamente no sirve, el votante se lo piensa. En cambio, lo bien que les ha ido en Cataluña, con Inés Arrimadas como candidata. Eso es una líder en potencia, con empuje, con carisma, con discurso político y con capacidad de convicción. Esta lección de primero de estrategia política (que quien te represente sea digno de las siglas y del cargo que aspira a ocupar) viene al hilo de esas encuestas que dan otra vez a Ciudadanos unos resultados de ensueño. Pues permítanme un consejo: llegados al punto en el que a los votantes ya nos parecen iguales todos los partidos (incluso los nuevos, qué decepción), por lo menos intenten cuidar más el factor humano. Que no nos sintamos insultados por quienes nos ofrecen para representarnos. Y eso sirve igual para todos los partidos. Que luego alcanzan el poder y pasa lo que pasa, espectáculo todos los días o gente manifiestamente incapaz colocada cuatro años a costa del contribuyente. Periodista