José Luis Rodríguez Zapatero no anunció la existencia de la crisis mundial cuando apareció, ni tampoco la presencia de tal crisis en España, antes de que empezase a afectar al país de la manera que lo hizo. Esta fue una de las omisiones políticas que más se le han reprochado y reprochan. La oposición la aprovechó y la sigue aprovechando para una de las campañas de mayor crispación, y continuadas, por la que ha pasado la democracia en España.

Parece que se ha olvidado el momento en que sucedieron los hechos. La llegada de la noticia de la gran estafa mundial de Lehman Brothers no es reprochable, ya que nadie se enteró antes. Ni los países ni los numerosos economistas del Fondo Monetario Internacional. Por otra parte, a España le sorprendió con un superavit económico. ¿Se recuerda? En ese contexto cabían dos posibilidades: 1) que el Gobierno Español no se diera cuenta de la magnitud de los efectos que iban a llegar; y 2) que sabiéndolo no lo anunciase con contundencia (se habló de recesión, insistiendo en el hecho de que mientras no pasaran dos meses con crecimiento negativo ni siquiera se estaba en recesión).

En cualquiera de las dos posibilidades la actuación del Gobierno y la de su Presidente fue correcta: los efectos del catastrofismo suelen ser negativos en la economía. Las personas asustadas tienden a reducir sus iniciativas, a emprender menos, a sacar capitales de las naciones en peligro. Las bolsas bajan, la confianza internacional sobre la deuda sube, y se van a pedir más intereses sobre lo que se pretenda financiar. Las inversiones extranjeras se suelen retraer. Y los empresarios encuentras mejores excusas para despedir trabajadores o reducir salarios. Si se quiere perjudicar a alguien, lanzar el rumor de que le va mal, o le va a ir, resulta eficaz. El psicólogo social Cantril inventó una escala de actitudes, la hoy llamada Escala de Cantril, que fue pionera para medir los comportamientos humanos de futuro; y para que en la ciencia prospectiva se pudieran estudiar los efectos de las percepciones negativas de la realidad. Si se tiene conciencia de que se está mal y se va a ir a peor, se adelantarán simplemente los efectos negativos; y serán mayores. "Pues si se intuía que venía una crisis de la importancia de la actual, me lo podía usted haber dicho". ¿Y si no hubiera sido así? ¿Y si gracias a que en ese momento no se anunció se siguieron haciendo contratos laborales, comprando casas y emprendiendo iniciativas económicas, científicas y culturales en mayor medida, durante un tiempo más?

EN LOS COMIENZOS de la ciencia política, Maquiavelo recomendó un comportamiento opuesto al de Zapatero. Quien vaya a gobernar, que empiece por lo peor. Asustar a la gente asegura que te tengan un respeto paralelo al miedo, y si luego tienes la oportunidad de hacerte el bueno, se te valorará más. Las malas noticias al principio. Eso es bueno para los gobernantes que busquen su estabilidad personal, aunque sea malo para los gobernados. Los grandes dictadores han conocido muy bien esta fórmula.

Hoy, sin embargo, con lo que se sabe sobre la importancia de las actitudes sociales en la economía, el catastrofismo, que es lo que siempre interesa a la oposición, resulta un disparate. Todavía más, es un comportamiento ético en el que un gobernante no debería incurrir. Las situaciones de alarma real inmediata son otra cosa. Que viene un tsunami, que se está incendiando la calle, que se está hundiendo un petrolero, que ha entrado una epidemia, etc. Deben ser anunciadas de inmediato. Sin minimizar lo más mínimo.

Hay que tener en cuenta que existe un prejuicio generalizado (perdonen la pedantería, pero tengo que citar a Eliot Aronson, el científico que mejor lo describió y el primero que lo midió), según el cual habría una resistencia a reconocer que en el lugar donde se vive pueda haber problemas. "¿Sabe usted que en su país se tortura? No lo creo, eso pasa en otros. No, mire usted, hay pruebas. Pues en todas partes se tortura. No señor, en todas no. Pues algo habrán hecho para merecerlo". Romper el prejuicio de Aronson, el propio de "La ciudad alegre y confiada" (Jacinto Benavente) es necesario; pero de eso a contribuir al catastrofismo económico hay una gran distancia. Anunciar catástrofes antes de tiempo es invitar, o al menos contribuir, a que se produzcan. Normalmente para poder culpar a otros.

Cuando ganó las elecciones chilenas de 1970 Salvador Allende, hubo un ministro de Economía del gobierno anterior, Zaldívar, que durante ese tiempo en el que se ha ganado pero todavía no se gobierna, lanzó por todos los medios el famoso discurso del terror económico, pronosticando las mayores catástrofes si Allende llegara a tomar posesión. Los efectos fueron fulminantes: esa noche se empezaron a matar vacas preñadas o a pasarlas a Argentina, se puso de moda comer carne de ternero no-nacido, se empezaron a vender casas a precios bajísimos, se despidieron trabajadores, cerraron fábricas y se organizó el gran boicot, que luego se iría perfeccionando. Era legal.

En conclusión, entre la citada decisión de Zapatero y la del actual ministro de Economía, adelantando recesiones económicas, me quedo con Zapatero. Fue más responsable. Y por cierto: ¿a quién beneficia el alarmismo.

Profesor Emérito de Sociología