Vivir solo tiene una condición, la de nacer y lo único que nos diferencia es nuestra forma de vida, como la realizamos y que instrumentos utilizamos para ello. Si nuestro viaje por la vida, lo hacemos montados en un sistema democrático, ¿querrá eso decir que a diferencia de cualquier otro, tendremos total libertad para definir y expresar nuestros pensamientos al mundo, sin temor a que no estén de acuerdo con ellos? Por tanto, democracia y libertad van unidas y solo limitadas por las normas que de forma mayoritaria nos demos para cada momento, en definitiva es la garantía para todos.

En 1978, la sociedad española creó el modelo con el cual deberíamos darnos la oportunidad de vivir en democracia y libertad y esto hoy podemos afirmar que ha sido una realidad y sigue así. Lo que sí ha sucedido es que los ciudadanos hemos evolucionado y lo hemos hecho con la garantía que nos ha aportado la Constitución que definimos entonces y es por ello que podemos decir que determinadas fórmulas que se recogían en ella han quedado sobrepasadas, lo que es una excelente señal, porque el camino ha sido y es el adecuado; pues llegados aquí debemos tener la valentía y sinceridad de reconocerlo y asumir todos y cada uno de nosotros que se deben realizar los cambios para seguir avanzando.

En primer lugar, es preciso que entendamos que en esta libertad que disfrutamos, han convivido y así tiene que continuar las diferentes ideologías que las personas tienen y muestran, porque son la representación del pensamiento, nuestra identidad como individuos y lo que aporta riqueza a la sociedad desde el punto de vista de la cultura y la convivencia, porque sin ideología/pensamiento, no tiene sentido la libertad ni espacio la democracia. Es cierto que en el espíritu de solidaridad que deben de tener los pueblos, se debe garantizar el cuidado de los más necesitados, lo que significa una justicia social igualatoria; pero entendamos que esto también puede llevarse a cabo dentro de otros sistemas y condiciones de convivencia menos libres. Hoy 2015, 37 años después del nacimiento de nuestras libertades expresadas en democracia, ha llegado el momento en el que todos trabajemos con el mejor ánimo para actualizar nuestra Constitución

Qué considero yo que debe analizarse para su cambio:

1.-- El modelo territorial que tiene sus raíces y concuerda con la forma de entender nuestros orígenes y hoy sigue teniendo dicho valor, es más diría que lo hemos estirado mas allá de lo que en su definición pensaron sus creadores. Ahora es necesario que lo terminemos de configurar y lo dejemos listo para su nuevo papel y trayecto; debemos reconocer que el modelo territorial, en realidad es un sistema federal y que sus territorios tienen cada uno sus especificidades, no es renunciar a nada y es ver el futuro y es preciso que el Estado dé paso a una corresponsabilidad fiscal de cada uno de ellos, con todas las garantías para que todos y cada uno de sus ciudadanos, se encuentren en el lugar que sea, tengan garantizados sus derechos, libertades y servicios que le permitan vivir con total dignidad para ser persona, en definitiva que el Estado deberá, frente a él ser garante de una solidaridad interterritorial.

Para que esto suceda en un marco de debate de ideas y soluciones, deberemos replantearnos un Senado representativo de este nuevo modelo federal y será allí donde tendrá lugar el nacimiento y preservación de una mejor convivencia, dentro del respeto y el reconocimiento de las peculiaridades de cada uno.

2.-- Los organismos de garantía y control del conjunto del Estado. Es preciso en primer lugar aceptar su existencia y funciones y en segundo lugar que deban desarrollarlas al margen del marco político para su mejor aplicación y así tengan un alto grado de aceptación por los ciudadanos. El Tribunal Constitucional que tiene como fin principal vigilar el cumplimiento de nuestra primera norma, debería ser una Sala del Tribunal Supremo, lo que le daría un grado de mayor profesionalidad y una estabilidad en su composición, al margen de límites de los tiempos de mandatos, diferentes a las jubilaciones de los magistrados. Tendría una mayor y mejor fiabilidad para el conjunto. El Tribunal de Cuentas, debería dejar de ser un depósito de políticos amortizados y dar paso a profesionales del mundo de la auditoría, con libertad de acción en la elaboración de sus conclusiones y mayor rapidez en ellas, dotándole con todos los recursos necesarios para su cometido, el resultado es más eficacia y seguridad.

El Consejo de Transparencia y buen Gobierno, reciente en su creación, es un organismo dependiente del ejecutivo y por tanto es difícil que transmita credibilidad y todas las garantías que el ciudadano demanda en algo como el conocimiento de lo que sucede en el entorno de aquellos a quienes han dado su confianza.

Todo esto y algo más, es el reto que debemos asumir todos sin renunciar a nuestra ideología, que es nuestra seña de identidad. Ahora que estamos al final de la legislatura y que nos tocará en breve votar para la próxima, hagámoslo y demos la lección que nos corresponde, que la democracia y la libertad son compañeros inseparables de cada uno de nosotros y de nuestras vidas. Presidente Aragonex