El V Congreso Iberoamericano de Cultura, celebrado la pasada semana en nuestra capital, posiblemente haya supuesto nuevas miradas de una cultura digital que ya conocemos e intuimos su fenomenología en el mundo mundial, pero cuando expertos ponentes analizan parcelas concretas del valor de las redes digitales o nos hablan de los derechos de autor, de la creatividad, de ese impacto que supone las comunicaciones sin fronteras, te das cuenta del valor revolucionario y de ser protagonistas en este tiempo y en este espacio. Pero también ha servido para hacernos ver el otro lado menos agraciado, algo que experimentamos y que conscientes de lo que ocurre, nadie se siente capaz de cambiar: la virtualidad en las relaciones sociales, la excesiva información que anula la reflexión, la falta de acreditación y veracidad de lo que nos llega. Todo este maremágnum, que está lleno de estímulos constantes, tendremos que aprender, sin que pase mucho tiempo, a gestionar porque si todo lo que recibimos y que pasa a través de nuestras percepciones cognitivas, si estas son asimiladas y codificadas como útiles, se puede convertir en un nuevo modelo de persuasión y manipulación, algo muy peligroso para el desarrollo y la evolución de la humanidad. Pero, aún así, la parte positiva es mayor y lo hemos visto en países subdesarrollados con gobiernos dictatoriales o seudo democráticos que por mucho que pretendan acotarlos y reducirlos, el potencial comunicador de las redes es incontrolable, y el acceso a la visibilización de una cultura avanzada puede llegar a abrir muchas mentes cercenadas con hambre de saber y esto es, sin duda, una conquista que nos puede llenar de orgullo.

Pintora y profesora de C.F.