Los gobiernos y sus teles se escaquean como pueden, pero el fuel llega a los bigotes de las focas. Esto beneficia al lince, que llevaba años buscando un poco de dinero para evitar la extinción, y ahora hay que ser ecologistas colaterales. Pero las rías se han perdido y los petroleros pasan rozando la esquina del fin del mundo, igual que siempre. La frivolidad de sobrevolar el océano, las visitas oficiales que importunan al vecindario desesperado, los balbuceos minimizantes, nada de eso oculta que la catástrofe no se ha afrontado de ninguna manera, que no ha habido operatividad, ni gabinete de crisis, ni síndrome Peregil. En las películas se nombra a un responsable, un tipo duro que maneja esos lodazales inmundos y que arrastra a una oficina móvil, un hombre o una mujer que pone a currar a todo el mundo, que moviliza recursos, ejércitos, vecinos, jueces y guardias. En vez de ese modelo estándar divulgado por el cine de referencia, hemos asistido a una danza de ministros patéticos, paralizados por sus propias expectativas de suceder al ínclito ubérrimo silente, a la esfinge que reparte sentencias huecas.

Todo esto se embarulla y se entenebrece con la ausencia clamorosa del Manuel Fraga Iribarne, que ha estado desaparecido en combate. Tanto gaitero y tanto Camino de Santiago (y cierra España), tanto jubileo y tanto cuñadeo, y cuando hay una catástrofe, el hombre incombustible, el que se bañó en Palomares y salió ileso de la radiactividad y de la goma del meyba, va y se esconde. Lo de menos es si estaba cazando o en otra actividad. Es posible que se hubiera enfurruñado por la votación de su partido en el Congreso, la declaración de que el golpe del 36 fue ilegal, a fin de cuentas una obviedad.

Todos hemos sido un poco ilegales durante tantísimos años, que reconocerlo es casi balsámico, incluso a él, que fue más ilegal que la mayoría. Ahora estamos con el fuel al cuello, y los barcos siguen rozando la cornisa, no hay patrullas contra esa basura, no hubo prevención ni hay coordinación. Los gobiernos gallego y español han reaccionado mal ante esta catástrofe. La endeblez sucesoria está pudriendo la corte.

Más vale que lo apañen cuanto antes, que voten o hagan un congreso o designen a dedo al sucesor o sucesora, porque esta interinidad propicia el caos y el desgobierno.

*Periodista y escritor