Hoy La Sexta dedicará su equipo de investigación (un concepto en declive en las televisiones, gracias también a la crisis), a conocer el oscuro universo de la prostitución en España. Al parecer somos una potencia. Si usted desea presumir entre sus amistades: colegas ingenieros, alumnos de inglés, camareros diversos, eche mano del tópico: somos los putos (¡perdón!) amos en deporte y en putiferio. España luce la mayor cantidad de bombillitas rojas y amarillas en las carreteras comarcales, en los peligrosos rincones de la ilegalidad, y en la macro industria del sexo de pago. No me lo hagan soltar. ¡Venga, ya!: ¡Toda España es un puticlú! Muchos desalmados, enemigos de la buena marcha de las cosas, aprovecharán para crear metáforas extensibles a toda la piel de oso que es nuestro país: Somos un putiferio ilegal, no me extraña que esa pulsión se haya extendido a todos los ámbitos de la administración, soltarán esos aprendices de Paco Umbral. Y no. No hay que exagerar. Solo es mafia, sexo ilegal, droga dura, dinero negro... No hay país, dice el reportaje, donde esté mejor visto entrar en una de esas fábricas, donde se practican felaciones en cadena. ¡Se celebran cumpleaños del sobrino en las casitas de colores! ¿Hablamos en serio? Vale: ¿todo está bajo control sanitario? ¿Las señoras practicantes están voluntariamente? ¿Se paga IVA? ¿Los macarras pagan impuestos? ¿Se detiene lo suficiente a las mafias que esclavizan a las mujeres? Veré el reportaje esta noche por encontrar respuestas, pero ya avanzo algo: Rajoy también tiene tajo por ahí. Sin moralinas.