Arduamente he estado tratando de imaginar algún político ávido de ganarse el cielo, pero ninguno me ha venido a las mientes, quizá porque ellos son los primeros que saben que tienen difícil entrar. Y eso que Pedro, el portero, pastoreó y evangelizó lo suyo (con mejor candidato, claro está...)

Tales y dispersos pensamientos me sobrevienen tras la lectura de La puerta del cielo (Planeta), de Reyes Calderón, una novela que plantea el tránsito espiritual, y si alguna vez hubo, hay, habrá, una cuerda del tiempo capaz de estirarse, a tenor de nuestro comportamiento moral, para acogernos en esa caverna de luz y tal vez en una suerte de eternidad donde reunirnos con nuestros seres queridos.

La autora, que domina el thriller, la novela negra, disgrega sus múltiples saberes en una trama que se bebe con la sed del creyente ante la revelación, o más sencillamente con el placer de una buena y recomendable lectura, pero, ya digo, por los aledaños de mi dispersa razón no ha dejado de chirriar esa puerta, la del cielo, cómo abrirla y pasarla una vez se ha golpeado con los nudillos tantas veces como Bob Dylan en su inmortal canción. El bardo, ansioso de su merecida inmortalidad, intentó entrar por la puerta grande del Vaticano cantando ante el Papa Wojtyla, hoy santo, ya en el cielo, donde, no sé por qué, no acabo de imaginarme a Dylan ni a ninguno de los políticos que conozco.

Reyes Calderón crea en su argumento la figura de un exorcista y me pregunto si no será necesario exorcizar la administración, la política, la cosa pública, para abrir una puerta de esperanza a todos esos votantes que, de cara a las próximas elecciones generales, se plantean a quién votar, en quién creer, cómo regenerar la tierra de su corrupción y aspirar a pasar las puertas de un cielo democrático, un lugar solidario donde las ideas brillen como las alas de los arcángeles y no como las lágrimas de los desheredados del mundo. Ese cazademonios no perseguirá a Asmodeo ni a Lucifer, sino al prepotente, al prevaricador, al ladrón, al defraudador, a todos esos estafadores que nos han cerrado las puertas de la convivencia.

Yo no sé si iré al cielo, como pecador que soy, y porque tal vez lo conozca en la tierra, pero estoy seguro de que Reyes Calderón sí entrará por sus puertas, para seguir escribiendo como los ángeles y contarles a éstos aladas historias.