Confieso que siempre he sido un poco bicho raro. En mi época escolar fui a clases mixtas, que no era muy frecuente. Jugaba de portera en el equipo de fútbol del vecindario, todos chicos. En el instituto fui la única fémina en la asignatura de diseño técnico de mi curso. Todos eran chicos. Cuando accedí al mundo laboral, empecé en deportes. Con todo hombres. Y después me adjudicaron las secciones informativas más masculinizadas: sucesos, tribunales y defensa. Guardias civiles, policías, militares... la mayoría eran hombres. En las redacciones, salvo una época muy concreta en la que las mujeres éramos mayoritarias, he estado rodeada de varones. Y he tenido la suerte, siempre, de no sentirme acosada, discriminada, vejada, ninguneada ni maltratada. Tampoco me habría dejado. Y yo creo que todos lo sabían. Hablo por mí, por el bicho raro que he sido y sigo siendo. Pero reconozco que no todas mis compañeras, de género y de profesión, podrán afirmar lo mismo. No soy muy de días x ni de días d porque entiendo que todos los días son x y d. Siempre he creído, porque así me han educado también, en la Valía y en el Valor, por encima de las cuotas. Sin barreras. Y esa debería ser la mejor selección para acceder a aquello a lo que se aspira: pilotar un caza, descender a una mina, diseñar un satélite, saltar al espacio, subir una montaña o cuidar de los hijos. Por nada de eso optaría yo. Porque lo he elegido libremente. Pero hoy, sin ser muy de días x ni d, me sumo. También libremente. Porque me apetece prestar mi voz a este grito. No por mí, por mis compañeras. H *Periodista