Después de cuatro meses de impotencia, con la incapacidad de los partidos de llegar a acuerdos suficientes para formar Gobierno, hoy se disolverán las Cortes para volver a las urnas, una situación sin precedentes en las democracias europeas.

DEJAR PASAR EL TIEMPO

Pese a las promesas de contención que nadie se cree, se iniciará así una larga campaña electoral de casi dos meses hasta el 26 de junio. En realidad, algunas formaciones iniciaron la campaña el día siguiente al 20-D. Es el caso del PP, porque Mariano Rajoy persiguió desde el principio la celebración de nuevos comicios. En teoría, ofrecía al PSOE y a Ciudadanos una gran coalición, pero con la única contrapartida de formar un Gobierno fuerte que prosiguiera la misma política. En ningún momento Rajoy se abrió a revisar las leyes y las políticas más controvertidas de su mandato. El PP confundió ser el partido más votado con haber ganado las elecciones. Rajoy apostó a lo de siempre, dejar pasar el tiempo y ver cómo los demás se peleaban entre ellos. Aunque la impresión es que su electorado no le castigará por su pasividad, está por ver si esa actitud y la corrupción no tendrán consecuencias.

ÚLTIMA OPORTUNIDAD

El PSOE intentó llegar al Gobierno con un pacto con C's, pero desde el primer momento se vio que esa alianza sería insuficiente porque la abstención del PP o de Podemos se antojaban imposibles, como así sucedió. Pedro Sánchez jugó la carta del intento fallido en espera de que los electores premiaran su buena voluntad --el sábado lo repitió ante el comité federal--, pero de las palabras de su rival, Susana Díaz, y de los silencios de los barones se desprende que el líder socialista está ante su última oportunidad.

En la misma expectativa se halla Ciudadanos, que puede ser el mayor beneficiario de su voluntad de acuerdo, aunque el partido de Albert Rivera corre el riesgo de que el voto útil regrese al PP para que la situación no siga bloqueada. Podemos confía, por su parte, en un pacto con Izquierda Unida (IU) para lograr el anhelado sorpasso al PSOE, pero parte del electorado que abandonó a los socialistas en diciembre puede estar tentado de volver a confiar su voto a Sánchez irritado por la soberbia y la intransigencia de Pablo Iglesias.