"Voy en serio". Lindas palabras las de Sánchez. Quiere ser el novio formal de España, o mejor, casarse con ella. Y lo pretende hacer, como Dios manda, a lo romántico, tomándose su tiempo, nada menos que un mes, pese a las prisas de Podemos o del PP, que son más de polvos rápidos. Las grandes relaciones se cocinan a fuego lento. Los matrimonios de conveniencia no funcionan, aunque sean un clásico. Nos cuesta creer en el amor con mayúsculas, ese que de verdad piensa en el bienestar del otro y no únicamente en satisfacer las necesidades propias, ese que se centra en el "qué" y no en el "quién", en las "soluciones y programas, y no en los sillones". En ese contexto se planta el elegido por la varita real: ese gran desconocido que ha logrado en menos de dos años que el PSOE recupere la iniciativa perdida en el 2010; que consciente de que en el amor y en la guerra todo es posible, opta por no tirar la toalla, armarse de valor y declararse a su amada. El problema es cuando se pretende a más de una a la vez. No es fácil cambiar la mentalidad conservadora de esta sociedad, y menos creer que puede funcionar una relación abierta, a tres o más bandas, aquel que "lucha por los proyectos, los programas, los para qué". Ojo, que las feromonas nos pueden jugar muy malas pasadas. ¿Estamos preparados para vivir una aventura de ese calibre? Por qué no. Ahora, mucho cuidado con la pactitis aguda, qué cual fervor amoroso, yerra en el tiro de manera irremediable.

Periodista y profesora de Universidad