Las Españas son, en general, un país seguro, con bajos índices de delincuencia y la posibilidad de ir y venir, de día y de noche, en una atmósfera de seguridad y buen rollo. El fenómeno sorprende y maravilla a quienes llegan aquí desde otros lugares del mundo (no del resto de la Europa Occidental, claro, que es un ámbito igualmente controlado y tranquilo). Sin embargo, la ruptura de ciertos miedos y tabúes, la emergencia de fenómenos locales inquietantes o el propio foco de los medios informativos muestra una realidad no tan positiva. Hay violaciones grupales (en las noches de cualquier ciudad o en la fiesta de cualquier pueblo), criminal violencia machista, arreglos de cuentas entre bandas internacionales (sobre todo en la Costa del Sol y otras costas mediterráneas), narcocomarcas (véase el Campo de Gibraltar y Algeciras)... Así, las estadísticas (basadas en denuncias y actuaciones de la Policía y los Juzgados) dan saltos cualitativos y cuantitativos. Conforme la gente se atreve a dar parte y afrontar las consecuencias, se percibe un panorama más crudo y menos halagüeño.

El problema plantea varias incógnitas. Hemos presenciado clamorosas chapuzas (como el desastroso operativo llevado a cabo bajo mando del ministro del Interior y su staff en el 1-O catalán), que advierten de la alarmante ineficacia de quienes garantizan la seguridad ciudadana. Por otro lado, la corrupción urbanística, moneda corriente en el litoral (sobre todo en el Levante y Andalucía), ha sido todo un imán para organizaciones criminales del Sur y el Este de Europa. Las playas gaditanas y las rías gallegas se van convirtiendo en una especia de México europeo, el mejor lugar para la entrada de hachís marroquí y cocaína americana. Y hay algo más: el modelo social poscrisis, el que nos están imponiendo, restringe la movilidad social y al tercio más empobrecido de la población no le ofrece otra salida que la delincuencia convertida en gran negocio diversificado, o sea lo que solemos denominar mafia.

Esto va más allá de los efectismos mediáticos. Es una amenaza.