Ayer pasó una cosa muy simpática. En el Congreso de los Diputados, sometiose Rajoy a las preguntas de sus señorías. Y cuando el terrible Iglesias, le preguntó con insólita educación cómo pensaba el señor presidente manejar las decisiones que tome la Cámara por mayoría absoluta, este le contestó con idéntica flema... que él sólo piensa asumir aquellas que vayan en línea con su particular manera de hacer y deshacer España. O sea, que hará lo que le parezca, lo que quiera, lo que le salga. Aquí manda quien manda, y hace o deshace leyes, nombra y desnombra a las más altas instancias fiscales y judiciales, decide qué es bueno y qué es malo y lleva la batuta del diálogo, que naturalmente no consiste en que el flamante Ejecutivo en minoría negocie cada movimiento con la oposición supuestamente mayoritaria, sino que esta pase por el aro, o en todo caso obtenga algún premio de consolación a costa de permanecer bien mansa toda la legislatura.

Podía pensarse que tanto descaro motivaría indignadas reacciones, en un país tan repleto de fieros e insobornables demócratas. Pero apenas surgieron voces críticas con don Mariano. Ni a casi nadie se le ocurrió revisar en público aquella leyenda según la cual el PSOE, tras facilitar la entronización del jefe pepero, pasaría a controlarle sin piedad, cual eficaz gobierno en la sombra. ¡Ja!

Después de poner las cosas en su sitio (el suyo, claro), Rajoy se fue a felicitarse mutuamente con Draghi, el baranda del Banco Central Europeo (que es quien manda de verdad). Antes ya tenía cerrado con el PSOE lo del déficit de las autonomías (los socialistas tendrán que darles pase a los presupuestos sí o sí). Por su parte, el ministro Montoro había decidido limitar a mil euros los pagos en efectivo. Esto está bien, diran ustedes si son partidarios de controlar el fraude fiscal. Y yo les contestaré que sí, desde luego; aunque para gestionar las cosas de esta manera sobran parlamentos, diputados, comisiones y todo lo demás. El paraíso de la antipolítica: a la mierda con el Legislativo y el Judicial; con un Ejecutivo adecuado sobra y basta.