Los venezolanos que nos acogieron en su casa en Nueva York nos explicaron que los que viven bien en esta gran urbe son los que cobran más de 150.000 dólares al año. Una minoría que reside en el centro, tiene buenos trabajos, se mueve en carros por las grandes avenidas y disfruta de sus buenos seguros médicos. El resto se ve desplazado a las afueras, utiliza metro hasta sus centros laborales y cuenta con una deficiente cobertura sanitaria. Mejor no ponerte enfermo en una sociedad en la que las desigualdades se palpan en la calle. Ya en España una fiebre enloquecida me llevó a Urgencias del Miguel Servet en dos ocasiones. Los enfermos de cáncer tenemos pase VIP; en varias horas me habían hecho todo tipo de pruebas y análisis. Mientras esperaba sentado en una silla de ruedas me decía la suerte que tenía de que la fiebre me hubiese asaltado aquí y no al otro lado del charco. No importa el tiempo de espera. A veces nos olvidamos de preguntar los nombres. Yo no se lo pregunté a las profesionales que me atendieron y cuando salí no les di las gracias. Sirvan estas líneas para ello. No sabemos la suerte que tenemos con nuestro sistema sanitario, con sus fallos, sus esperas y todo lo que quieran. Es un bien a preservar. Poder ir a Urgencias, cuando realmente se necesita, no después del primer estornudo, es algo que no valoramos en su justa medida. Ni salir y comprar antibióticos por un euro. Y la política debe consistir en eso: en mejorar la sanidad, en cuidar a sus profesionales. Lo mismo que para el resto de servicios.

*Periodista / @mvalless