Es una obviedad que perder 2-0 no es lo mismo que hacerlo por 4-0. Y, lógicamente, la sensación de Ranko Popovic en el Benito Villamarín en la goleada del pasado domingo frente al Betis fue peor por el aumento de la distancia en el marcador y por la clara imagen de bajar los brazos en el tramo final, por unos últimos 40 minutos donde el Zaragoza no compitió y donde volvió a exhibir una endeblez de carácter que es uno de sus peores lastres.

Ese tramo final en Heliópolis dejó un terrible sabor de boca en el entrenador serbio, que considera que su equipo no estuvo entonces a la altura. Hasta el 2-0 el Zaragoza compitió, estuvo metido en el partido y hasta se pudo meter mucho más en él si Trujillo Suárez, el colegiado, no hubiera anulado el gol completamente legal de Jaime Romero, que suponía el 1-1 y que pudo reescribir la historia del encuentro. Hasta ese momento, hasta el minuto 51, cuando Rubén Castro hizo el segundo tanto bético en una jugada mal defendida, el Zaragoza daba argumentos, competía ante el líder y mejoraba mucho la imagen de las semanas anteriores. Y, sí, perdía por detalles, algunos arbitrales, por la falta de definición y también por la gran pegada del Betis, que en la primera parte convirtió una gran jugada en el gol de Jorge Molina, algo que Borja y Pedro en sendas ocasiones claras no lograron.

El 4-0 final, la verbena que supusieron los dos goles que cerraron el marcador para el Betis y la actitud en el tramo final ya fueron otra historia. Un resultado de corta diferencia se puede explicar con detalles, una goleada así no tiene atenuantes ni excusas y hace que cualquier plan ideado para ese encuentro quede ensombrecido, aunque parezca válido. Por ejemplo, el guión con cuatro centrales, que, a pesar del resultado, tiene la fe de Popovic, pero está a expensas del ritmo de juego de Rubén.

Popovic reconoció errores de comunicación y de coordinación defensiva tras el partido, pero le disgustó mucho más ese tramo final. Y no es la primera vez que tiene lugar que el equipo baja los brazos, que no compite o que se va del partido al no poder asimilar la adversidad. En la segunda parte ante el Valladolid o con Las Palmas y en el choque en Vitoria, todos partidos perdidos, son ejemplos que se equiparan al del Villamarín, si bien el peor fue el de Mendizorroza, donde el Zaragoza no llegó a estar a la altura en ningún momento. En el resto de derrotas sí hubo fases donde compitió bien.

Popovic va a insistir desde mañana en la vuelta al tajo en que no se puede repetir ya ni una sola vez esa imagen lánguida y va a tocar la parte anímica de la plantilla para levantar a un grupo deprimido por la mala dinámica y que ha dejado muestras evidentes en esta temporada de su debilidad mental.