La crisis del fipronil, la sustancia que ha contaminado centenares de partidas de huevos producidos en Europa, coincide con la preparación de una nueva normativa de la Comisión Europea sobre el uso de disruptores endocrinos. Bruselas va a regular estas sustancias, contenidas en comida, plásticos o cosméticos y que interfieren en el funcionamiento de las hormonas (sistema endocrino), contribuyendo a diversas enfermedades, pero médicos y científicos consideran que el plan de la comisión se queda corto.

Así lo han alertado en una carta abierta las tres principales sociedades mundiales de endocrinología. El pasado 4 de julio, los estados de la Unión Europea aprobaron unos criterios propuestos por la comisión, que definen qué pesticidas se pueden considerar alteradores hormonales en Europa. La comisión los ha definido como un “gran paso adelante para proteger los ciudadanos y el ambiente”. Pero las sociedades replican que “no se puede decir que se fundamenten en la ciencia”.

Pruebas demasiado complejas

Los expertos consultados están “profundamente preocupados”, porque los criterios piden pruebas demasiado complejas para declarar que una sustancia es un disruptor. Esto supone que los europeos podrían estar expuestos durante años a compuestos que los científicos consideran tóxicos.

Si el Parlamento Europeo aprueba los criterios planteados por la comisión, estos se aplicarán para autorizar plaguicidas nuevos o renovar el permiso de los existentes. La comisión quiere extender su aplicación también a los biocidas y a productos como juguetes, cosméticos o envoltorios de comida.

El fipronil podría quedra fuera de la nueva regulación porque, aunque es una sustancia que tiene efectos sobre la glándula tiroide, podría no ser clasificado como tal, alerta la investigadora Barbara Demeneix, del Centro Nacional de Investigaciones Científicas francés (CNRS). Dependerá de cómo la European Chemical Agency interprete los criterios de la comision a la hora de clasificarlo. El problema es que el modo como actúa sobre la tiroide no está claro, explica Demeneix, lo cual podría ser suficiente para que la reglamentación pase por alto sus efectos en el sistema endocrino.

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Disruptores endocrinos

¿Qué son?

Sustancias que imitan o inhiben el funcionamiento de las hormonas (producidas por las glándulas del sistema endocrino).

¿A qué enfermedades contribuyen?

Contribuyen a problemas reproductivos y del neurodesarrollo, obesidad, diabetes y cánceres de mama, endometrio, ovario, próstata, testículos y tiroides, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

¿En qué productos se hallan?

La atracina y DDT se hallan en herbicidas y pesticidas; el bisfenol-A (BPA) en latas alimentarias, en los tickets del supermercado y en los biberones antiguos; los ftalatos, en envoltorios alimentarios, cosméticos y champús; los bifenilos policlorados (PCB) y los éteres difenílicos polibromados (PBDE) en retardantes de llama y dispositivos electrónicos.

Con respecto a borradores anteriores, los criterios han incorporado algunos elementos que los científicos aprueban. Por ejemplo, no es obligatorio demostrar la toxicidad en humanos: es suficiente hacerlo con animales o células. Los criterios tampoco establecen un umbral mínimo de exposición. En efecto, los disruptores pueden ser tóxicos en cantidades ínfimas, especialmente si se combinan con otros contaminates. No obstante la reglamentación general sobre pesticidas en Europa sí admite umbrales, así que ciertos disruptores aún podrían colarse por esta vía.

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Modo de acción

Sin embargo, los criterios exigen que se conozca el “modo de acción” de los alteradores. En otras palabras, no es suficiente demostrar que una sustancia produce un efecto adverso. También hay que demostrar cómo lo produce. “Los disruptores actúan de forma muy compleja: por ejemplo, pueden afectar a un feto con resultados que se ven años después”, comenta Ángel Nadal, catedrático de Fisiología de la Universidad Miguel Hernández de Elche y coordinador del grupo sobre disruptores endocrinos de la Sociedad Mundial de Endocrinología.

Ese nivel de detalle es superior al que se exige para declarar cancerígeno un compuesto. “La carga de la prueba es parecida a la que se pide para los fármacos. Pero no estamos hablando sustancias que se suministran sin consentimiento y sin efectos beneficiosos”, argumenta Leonardo Trasande, investigador de la escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York.

Los criterios pretenden regular los disruptores “conocidos o supuestos”. Sin embargo, no introducen dos categorías distintas. En el caso de los cancerígenos, existen hasta tres. “De esta manera, los disruptores supuestos podrían escaparse de la prohibición”, aventura Barbara Demeneix.

Carril rápido

Los criterios también disponen de un carril rápido de autorización para una clase de plaguicidas: los que emplean su toxicidad para acabar con el sistema endocrino de insectos nocivos, sin afectar a los vertebrados. “Hay que estar muy seguros para decir que algo solamente va a actuar sobre un insecto: hay muchos mecanismos de acción parecidos entre humanos e insectos”, alerta Nadal.

En el 2013, la comisión presentó un borrador, que debía aprobarse el mismo año. Inesperadamente, encargó un estudio sobre el coste socioeconómico de esos criterios. El documento cayó en un limbo hasta que en el 2015 el Tribunal Superior Europeo ordenó que se publicara, tras una denuncia de Suecia. La comisión tardó hasta el 2016 en publicar un nuevo borrador, que se parecía al anterior como un huevo a una castaña. Diversos expertos ven en el cambio la mano de los lobis industriales.

España aprueba

“Teniendo en cuenta la ausencia de criterios hasta el momento, celebramos la decisión de la comisión”, afirman fuentes del Ministerio de Agricultura. España votó a favor, aunque las sociedades de endocrinología pidieran por carta a las ministras de agricultura y salud que los rechazaran (sin recibir respuesta). Dinamarca, Suecia y la República Checa rechazaron los criterios y otros países se abstuvieron. Francia los apoyó, incumpliendo una promesa de Macron.

El Parlamento Europeo tiene tres meses para decidir sobre los criterios. De vetarlos, se debería reiniciar el proceso. En paralelo, las agencias europeas de sustancias químicas y de seguridad alimentaria (ECHA y EFSA) están redactando unas líneas guía para la aplicación: los expertos consultados esperan que sean un oportunidad para reintroducir criterios científicos.