Es una decisión revolucionaria, que pocos políticos se atreverían a tomar. A partir de mañana, Londres sentará un precedente de imprevisibles resultados, al convertirse en la primera gran ciudad de peaje en el mundo. Los automovilistas tendrán que pagar ocho euros (1.331 pesetas) diarios para entrar en días laborables con el coche en el centro de la capital. Si el objetivo de reducir el tráfico y agilizar la circulación se logra, otras muchas urbes sobresaturadas del planeta seguirán el ejemplo.

Un hombre atípico en la política británica, el alcalde socialista Ken Livingston, ha asumido el riesgo del polémico experimento. Ken el rojo , disidente laborista, tiene agallas y ningún empacho en revelar que robó la idea a Milton Friedman, el economista de la derecha más tenaz, que inspiró la política económica de Margaret Thatcher y Augusto Pinochet.

Friedman escribió hace 52 años un ensayo, considerado entonces pura excentricidad, en el que vaticinaba que habría que acabar cobrando a los automovilistas para evitar los atascos. Medio siglo más tarde, para Londres, la ciudad más congestionada de Europa, esa hora ha llegado.

El peaje funcionará de siete de la mañana a 18.30 horas, de lunes a viernes. La entrada a la zona acotada estará controlada por 230 cámaras de vídeo, que fotografiarán las matrículas de los 250.000 vehículos que habitualmente acceden cada día al centro. Cada noche se comprobará que todos han pagado la famosa congestion charge .

MULTA DE 128 EUROS La tasa puede abonarse directamente en 9.000 puntos de venta, o por teléfono e internet facilitando los datos del automóvil. La multa a los que no paguen será de 128 euros (21.297 pesetas). Están exentos transportes públicos, conductores minusválidos, trabajadores de ciertos servicios y quienes usen coches eléctricos que no contaminan. Quienes viven dentro del perímetro de pago tendrán un descuento del 90%.

Livingston espera reducir en un 15% el tráfico y los atascos, en un 25%. Además, confía en recaudar entre 210 y 240 millones de euros (entre 35.000 y 40.000 millones de pesetas) al año, destinados a mejorar la saturada y deficiente red de transporte público, que deberá absorber a diario 20.000 viajeros suplementarios. "Será la primera vez que se afronte en serio la permanente congestión del tráfico", dice el primer edil, consciente de que no todos apoyan su plan. "El alcalde quiere destruir Londres", clama el diario Evening Standard, mientras The Times vaticina que hará falta "una nueva Stasi" (policía secreta de la antigua República Democrática Alemana) para hacer cumplir el impuesto.

Los trabajadores del mercado central de carne de Smithfield aún intentaban el viernes lograr una orden judicial para impedir la entrada en vigor del peaje. También se quejan los pequeños comerciantes y los padres que cada día han de llevar a los niños al colegio en la zona de pago.

En los cuarteles generales de Livingston recuerdan que ésta es la única alternativa que alguien ha ofrecido hasta ahora al problema. "Tratamos de hacer de Londres un lugar más civilizado", afirma Derek Turner de Transports for London, el organismo responsable del peaje.

Experiencias similares en Oslo y Trondheim (Noruega) y en Singapur, aunque a escala más reducida, han sido positivas. También lo ha sido en Edimburgo, la capital de Escocia, y en la ciudad inglesa de Durham.