Más de una semana después del atentado que dejó una víctima mortal, la aragonesa Ana María Suárez, Cambrils vuelve a la normalidad. Así lo aseguran no solo las autoridades locales, los comerciantes y hosteleros, sino también los veraneantes aragoneses que se encuentran pasando unos días en la ciudad de la Costa Dorada.

La unanimidad no es completa, sin embargo, pues algunos visitantes temporales notan «menos gente», en particular en la cercana Salou, donde quizá se haya reducido la afluencia de turistas extranjeros. Este descenso tiene otra posible explicación: la de que, tras el apogeo veraniego del 15 de agosto, lo normal es que empiece un lento declive de las llegadas.

Con todo, la mayoría de veraneantes percibe que, tras el inesperado ataque terrorista, la localidad vuelve a tener «mucho ambiente», el habitual en la segunda quincena de agosto. Eso significa que la playa se llena durante las horas de sol, que los paseantes vuelven a dar vueltas por el paseo marítimo, donde ocurrieron los hechos, y que a las tiendas y restaurantes no les falta la clientela.

90.000 HABITANTES

«Visiblemente, la normalidad es total en la ciudad», subraya Camí Mendoza, alcaldesa de la población costera, que en verano pasa de 38.000 a 90.000 habitantes.

Cambrils sufrió un bajón de actividad el 18 de agosto, el día que siguió al atentado, pero fue una especie de paréntesis, nada más, antes de volver al ritmo cotidiano. «Los primeros días se notó un poco el atentado, pero ahora esto vuelve a llenarse por las tardes», explica Andrea, que trabaja en la tienda de ropa Génesis, en la calle peatonal Consulat del Mar, una de las más concurridas de la parte antigua.

Tras el suceso, que dejó además siete heridos, dos de ellos aragoneses, Cambrils tocó fondo. Todos coinciden en señalar que, por la noche, las terrazas estaban «medio vacías» y que «los locales cerraban antes», en palabras del zaragozano Nacho Lasheras. Además, apenas se veía gente por el paseo de las Palmeras, entre el parque del Pescador y el Club Náutico, la zona preferida para el paseo cuando baja el calor.

MENOS EXTRANJEROS

Pero esa situación varió ya el sábado siguiente, el 19 de agosto, cuando a los veraneantes asentados en la población se sumó la riada de los visitantes del fin de semana. «A partir del segundo día, las cosas volvieron a ser como antes», apunta Lasheras, a quien el vuelco del Audi A3 y el posterior tiroteo le sorprendieron cenando en un restaurante cerca del puerto. «Al principio, pensé que eran petardos», reconoce. «¿Quién iba a pensar que eran disparos?», se pregunta.

Teresa, una maestra zaragozana ya jubilada, piensa que el ambiente playero no llegó a resentirse en ningún momento. «El primer día, la gente se quedó en casa pendiente de las noticias en la televisión, por eso pudo parecer que la ciudad estaba medio vacía», dice.

La aragonesa Izaskun, que veranea con su familia en Cambrils, es de las que están convencidas de que algo falta o falla en el ambiente. «Hay menos gente que otros años, tanto en la playa como en las tiendas», apunta. «Es como si el turismo extranjero hubiera disminuido», explica.