Las elecciones gallegas y vascas han evidenciado un fenómeno que viene condicionando la política espa- ñola, o al menos una parte de ella, la que solemos situar más a la izquierda Porque tanto en el País Vasco como en Galicia han concurrido tres ofertas para los votantes que no se consideran conservadores: izquierda tradicional (Partido Socialista); nueva izquierda (Podemos, Izquierda Unida, Mareas...) e izquierdas nacionalistas (Bildu, BNG), con los matices que quieran hacerse. No se trata de matices ni de barnices, sino de ofertas cada vez más consolidadas, diferenciadas y divergentes.

Así, mientras la derecha concentra la mayor parte de sus votos en partidos conservadores con perfil hegemónico (Partido Popular en Galicia, PNV en País Vasco), las izquierdas se atomizan en ideologías distintas y en luchas fraticidas, haciéndose la guerra, en vez de combatir al adversario común. Así, un elector vasco o gallego que rechace los postulados de la derecha ha tenido ante sí un amplio abanico de posibilidades o afinidades electivas.

Ha podido votar socialista, nueva izquierda o un nacionalismo más o menos radical edificado sobre postulados de la izquierda social y económica, sometiéndose, o sometiéndole, mejor, la sobreoferta sectorial a un ejercicio disquisitivo interesante desde el punto de visto intelectual, pero poco práctico desde la óptica electoral, y menos aún con vistas a coincidir en procesos de investidura.

Aquel eslógan de La izquierda unida jamás será vencida se ha hecho esta vez añicos contra la compleja realidad de las izquierdas vasca y gallega.

Mariano Rajoy y sus candidatos, Nuñez Feijoo y Alonso, han salido reforzados de ambos comicios autonómicos no tanto por aciertos propios como por las ventajas conferidas al PP desde un bloque de izquierdas incapaz de unirse, como de hecho se está viendo, en objetivo ni proyecto alguno. El divorcio en el Congreso de los Diputados, y en la calle, y en las urnas, entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ha predeterminado esta situación de caos organizado y de organizaciones caóticas en su estrategia, precisamente por falta de ella. Asimismo, en la futura oposición, esa izquierda desmembrada y dividida será fá- cil pasto de la maquinaria gubernamental, de esas mayorías de gente de orden que, habiéndose ordenado a sí mismos, han desordenado a los otros.