La propuesta de cobrar por circular en las autovías y las carreteras paralelas que la patronal de las explotadoras de peajes ha puesto sobre la mesa de la ministra de Fomento, Ana Pastor, provocará el encarecimiento de servicios --acceder físicamente a algunos de ellos costará dinero-- y bienes, ya que el consumidor terminará soportando el sobrecoste del transporte.

VIAJE A ZUERA. Una de las consecuencias de su aplicación será que a la gente le cueste un par de euros ir a la cárcel. Es lo que se gastará en peajes quien vaya en coche desde Zaragoza a Zuera a visitar a un familiar o amigo, o en el caso de los abogados, a asistir a un cliente o a preparar un juicio. La aplicación de las tarifas que manejan los promotores de esta novedosa modalidad de repago situarían el coste de circular por los 28 kilómetros que separan la capital aragonesa del desvío que lleva a la macrocárcel en 64 céntimos o 1,2 euros. Para ir o para volver, obviamente: ida y vuelta sale por el doble, entre 1,28 y 2,4.

Si el recluso está interno en Daroca o Teruel, el coste se dispara. Ir y volver desde Zaragoza al otro penal de la provincia por la autovía Mudéjar saldría por un precio de entre 3,8 y 7,12 euros, según Madrid termine inclinándose por el gravamen de menor o de mayor peso.

El coste de llegar a Teruel desde la capital y volver duplica los anteriores --8,32 euros o 15,56--, aunque el itinerario más gravoso es el que lleva de Huesca hasta esta última ciudad, que puede salir por más de veinte.

PAGAR SÍ O SÍ. Salir de Zaragoza costará dinero, salvo contadas excepciones, si el Gobierno decide implantar los peajes. La capital aragonesa está rodeada por la Z-40, y varias de sus principales salidas son autovías --hacia Huesca, Calatayud, Teruel y Tudela-- o carreteras paralelas a estas.

Solo quedarían como carreteras gratuitas la N-232 hacia Castellón y en el tramo Mallén-Figueruelas y la N-II en sentido Lérida. Los dos últimos discurren paralelos a las autopistas AP-68 y AP-2, lo que podría hacer que también fuera obligatorio pagar por utilizarlas. Resultaría sorprendente, cuando menos, al tratarse de las dos rutas con más siniestralidad de Aragón.

ALTERNATIVAS. La implantación de la densa malla de vías de pago que impulsan las empresas constructoras dedicadas a la gestión de peajes, cuyo negocio está en crisis por el desplome de la inversión pública en infraestructuras y el estallido de la burbuja inmobiliaria, obligarán a los automovilistas a hacer números: si el ahorro en combustible es mayor que el coste del peaje, sale a cuenta utilizar la vía de pago; si no, no. Y, siempre, en función de la distancia que obligue a recorrer el trayecto alternativo para evitar el gasto.

El ahorro en combustible es escaso en trayectos cortos. Sin embargo, en un territorio con la dispersión que presenta Aragón, los itinerarios alternativos resultan largos. Por ejemplo, el mencionado desplazamiento de Zaragoza a Zuera prácticamente duplica en longitud a los que discurren por la A-22 y la N-330: alrededor de cincuenta kilómetros por Villamayor, Perdiguera, Leciñena, San Mateo y el Portazgo frente a los 28 de la ruta cómoda.

SERVICIOS. La aplicación de pago por utilizar las autovías y las carreteras paralelas a estas conllevaría un nuevo hándicap para el mundo rural: muchos vecinos de la zona suroriental de Huesca no tendrán más remedio que pagar por llegar al hospital de Barbastro, lo mismo que les ocurrirá a otros del área noroccidental para desplazarse hasta Jaca.

El modelo también tendrá repercusiones negativas en la capital. Una de ellas será el encarecimiento del acceso al campus privado de la universidad de San Jorge --a la que cada día se desplazan cientos de estudiantes-- o, en el plano comercial, a centros como Plaza. Y apetecerá menos, por ser más caro, hacer una escapada en el día a zonas alejadas por mucho interés turístico que tengan.