La vigilia fue larga a las puertas del museo diocesano y comarcal de Lérida, un atractivo edificio inaugurado hace justo diez años para albergar, entre otras, los valiosos sepulcros de Sijena que daban brillantez a su sala dedicada al románico. Un museo que nació en pleno apogeo del litigio por el patrimonio expoliado y que ayer fue acordonado por decenas de mossos d’esquadra y guardias civiles para cumplir con una providencia del juez que obligaba a trasladar 44 piezas de Sijena a su lugar de procedencia.

Salvo momentos muy concretos, en los que se vivieron escenas de tensión y forcejeos entre un reducido grupo de manifestantes y agentes policiales, la larga jornada de ayer transcurrió sin más incidentes que los continuos abucheos a la Guardia Civil, los medios de comunicación procedentes de fuera de Cataluña y proclamas típicas del manual del independentismo.

Mientras eso ocurría extramuros --con la peculiar llegada pasada la medianoche del alcalde, Ángel Ros, al que se le impidió el paso y fue increpado por los asaltantes al responsabilizarle a él y su partido, el PSC, de conveniencia con la decisión-- en el interior del museo seis técnicos del Departamento de Cultura del Gobierno de Aragón, el letrado del Ejecutivo autonómico y un asesor de comunicación esperaban el visto bueno de la Guardia Civil para entrar al museo.

Eso ocurrió a partir de las 4.15 de la mañana. Caras largas y miradas tensas. Justa colaboración, la mínima imprescindible por imperativo legal, de los responsables del museo. Se limitaron a señalar las 43 piezas del catálogo que la sentencia dictamina que se compraron ilegalmente y deben ser devueltas y a partir de ahí, todo el trabajo de embalaje y carga correspondió a los técnicos aragoneses y al personal de la empresa especializada en traslados de obras de arte, Feltrero. Nadie que no estuviera debidamente identificado podía acceder al interior del recinto, acordonado espectacularmente por una barrera de mossos d’esquadra y más de una decena de furgones de la Guardia Civil y otros tantos del cuerpo policial catalán.

En torno a las cinco de la mañana se procedió al embalaje de las piezas, cuyo estado empezará a evaluarse a partir de ahora. Una primera impresión constata que hay algunas en muy mal estado de conservación. Otra está desaparecida. Se trata de una Inmaculada del siglo XVIII de la que ayer ningún responsable del museo supo dar razón de su paradero.

El director del museo se dedicó buena parte de la mañana a cuestionar la profesionalidad de los técnicos, asegurando que se había hecho deprisa y corriendo. El operativo se prolongó unas ocho horas, hasta cerca de la una del mediodía. Posteriormente, la carga en un camión y una furgoneta se alargó por espacio de hora y media, hasta que a las 14.23 salieron del museo custodiado por las fuerzas del orden y ante el abucheo de los dos centenares de personas que seguían concentradas a las puertas del museo.

CAMPAÑA ELECTORAL

En plena campaña electoral catalana, fueron numerosos candidatos locales de JxCat y ERC los que se acercaron hasta las inmediaciones del recinto para manifestar su oposición al traslado y apoyar a los trabajadores del museo, que de vez en cuando se dejaban ver por las ventanas del edificio mientras eran jaleados por los manifestantes. El diputado de ERC en el Congreso, Joan Tardá, también pasó gran parte de la mañana contemplando las evoluciones del operativo, y denunciando las formas del traslado «más allá de que las dos partes tengan sus razones y sean todas legítimas».

El dispositivo de seguridad en los aledaños del museo fue espectacular. Con la avenida de acceso principal (la rambla de Aragón) cortada de punta a punta, también lo estuvieron todos los accesos laterales, lo que dejó cortado al tráfico prácticamente el casco histórico de la ciudada hasta que el convoy se marchó rumbo a Sijena.

Los momentos de mayor tensión se vivieron a partir de las ocho y media de la mañana, cuando alrededor de un centenar de jóvenes intentaron romper el cordón de seguridad y de encontraron con la oposición de los mossos. Estos fueron acusados de «traidores», de «mercenarios» y de «pegar a la gente del pueblo». Hubo un conato de carga, pero no se pasó más allá de forcejeos, insultos y agarrones.

Más agresivos fueron los gritos contra los medios de comunicación procedentes de fuera de Cataluña. Al tradicional grito de «prensa española manipuladora» se le sumó una decena de exaltados que impidió ejerce su trabajo a los equipos de TVE y Aragón TV cuando entraban en directo. Aparte de abuchearles y hacer ruido cuando intervenían, en otros se ponían de fondo exhibiendo senyeras esteladas y cantando Els Segadors.

A gritos de ladrones, hijos de puta, ni olvido ni perdón, manos arriba esto es un atraco, no hace falta pegar, fuera las fuerzas de ocupación o España nos trata como a perros los manifestantes clamaban con rabia y acusaban al PSC de ser cómplice por permitir la aplicación del 155. Una minoría lanzó gritos despectivos contra los aragoneses, y en un tono supremacista alguna voz indicó que en Aragón «las piezas no las sabrán cuidar tan bien». Dentro de esa minoría, una pareja indicó que «a partir de ahora no queremos saber nada de los aragoneses, no los queremos ni ver». Por fortuna, una minoría en una ciudad en la que la convivencia entre ambas comunidades siempre ha sido ejemplar.

Varias mujeres de edad avanzada exhibían las copias del supuesto contrato de compraventa de las piezas en litigio, a pesar de que un juez ha dictaminado que esta fue ilegal. No se emplearon argumentos jurídicos, sino políticos, ya que todos los que se concentraron a las puertas del mueso achacaron al «odio a Cataluña» esta actuación judicial. Tampoco tuvieron en cuenta que ayer mismo el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña rechazó paralizar el traslado de los 44 bienes instada por el consorcio del Museo de Lérida aunque afirmase que este proceso no es «irreversible».El tribunal desestimó la medida cautelarísima urgente solicitada por el museo ya que «lo acordado por el orden jurisdiccional civil constituye una ejecución provisional, sujeta en este momento a previsibles recursos de casación», y que el proceso contencioso está aún en trámite, «sin que por ende, el traslado que se pretende paralizar deba ser irreversible».

Las horas transcurrían lentamente bajo un penetrante olor a ajo originado por las pisadas de manifestantes y periodistas en un jardín de cultivos autóctonos donde predominaba esta planta, justo a las puertas del museo. A las 14.23, un sms anunciaba: «Nos vamos». Y, escoltados por policías y entre gritos, en una imagen que nunca debería haberse producido, el tesoro de Sijena regresaba cargado de legitimidad a casa.