Los 200 vecinos de los números 6 y 8 de la calle Justo Navarro de Calatayud todavía no han podido entrar a sus viviendas para recoger sus enseres más importantes después de que tuvieran que irse con lo puesto la madrugada de ayer cuando el inmueble amenazó inesperadamente con venirse abajo.

Los crujidos de las paredes y los gritos de los propios vecinos despertaron a la mayor parte de las 52 familias del edificio a partir de la una y media, cuando uno de ellos, Carlos Visanzay, se alertó por las grietas que se abrían en su vivienda. Una vez que la práctica totalidad de los inquilinos habían evacuado el edificio, el presidente de la comunidad, Juan José Langa, se puso en contacto con la policía y los bomberos, los cuales no tardaron en personarse en el lugar de los hechos, junto a las autoridades locales, para analizar la situación.

EXPLOSION Todavía se encontraban los vecinos en la calle intentado analizar el motivo de las grietas cuando sobre las 3,30 horas se escuchó una gran explosión y casi veinte metros cuadrados de calzada fueron literalmente tragados por la tierra. Ante el temor de que la sima abierta pudiera afectar a la estructura de los edificios cercanos, las fuerzas de seguridad decidieron desalojar también los números 3 y 5 de la misma calle.

Todos los vecinos de estos cuatro inmuebles --excepto una familia que no se percató de lo sucedido hasta primera hora de la mañana, cuando fue evacuada por los bomberos-- fueron realojados en los distintos hoteles de la ciudad. Ingenieros, arquitectos y geólogos, de empresas especializadas, de la diputación provincial, del colegio de arquitectos y del departamento de Geología de la Universidad de Zaragoza se desplazaron a primera hora para estudiar el problema y ofrecer soluciones.

Los técnicos informaron a los vecinos en una reunión realizada a las doce y media del mediodía que el edificio había quedado descalzado parcialmente como consecuencia del arrastre de materiales del subsuelo a causa de las corrientes de agua internas. Para los técnicos, el origen del problema radica de una parte en el alto nivel freático del subsuelo bilbilitano, el cual se ha visto incrementado por las recientes crecidas del río Jalón, que pasa a pocos metros del inmueble; y de otra parte en el sistema de cimentación que se utilizaba en 1969, cuando fue construido este edificio, "que no estaba preparado para estar al lado del río", según explicó el alcalde bilbilitano Fernando Martín.

INYECCION DE HORMIGON La solución apuntada por el consistorio y consensuada por los vecinos fue rellenar inmediatamente con zahorras e inyección de hormigón la sima abierta en la calle, para que no se venga el edificio abajo, y apuntalar posteriormente toda la casa. Finalmente la solución pasa por consolidar todo el inmueble mediante técnicas de micropilotaje y rehabilitación integral, proceso que se prolongaría al menos cinco meses.

Según fuentes que han tenido acceso al interior del edificio, el socavón abierto en la calle es sólo la punta del iceberg comparada con la sima que se encuentra bajo el inmueble, la cual podría alcanzar los ocho o nueve metros de profundidad según las primeras catas que se han realizado, y que habrían debilitado completamente los pilares.