La exposición El exilio de los niños que hoy se inaugura en nuestra ciudad, después de haber recorrido otras ciudades españolas, es una muestra del excelente trabajo que hacen las fundaciones Largo Caballero y Pablo Iglesias por recuperar la memoria histórica de una etapa de la que, durante muchos años, no podía ni hablarse.

La guerra civil, su posguerra, el exilio, las ideas, han sido tabúes durante demasiado tiempo porque hablar e incluso pensar eran ejercicios peligrosos. Tanto nos llegamos a contagiar que, hasta hace muy poco tiempo, lo políticamente correcto para la izquierda pasaba más por la amnesia de esa época que por la memoria. Recuperarla es imprescindible, porque construir el futuro sin retrovisor puede hacernos perder perspectivas imprescindibles.

La comisión para la recuperación de la memoria histórica, presidida por la vicepresidenta primera del Gobierno, es un paso importante. El trabajo que se está llevando a cabo desde numerosas fundaciones, estudiosos e investigadores sobre las gentes y los hechos de entonces, también. Pero muestras como la que desde hoy hasta el próximo día 15 de mayo vamos a poder ver en el Paraninfo de Zaragoza mostrándonos la cruda realidad de los efectos de cualquier guerra, de la nuestra, es fundamental.

Porque de entre los cientos de miles de víctimas que hubo en la guerra, los niños, como casi siempre, fueron los principales perjudicados, no sólo porque muchos perdieron a sus seres queridos, sino por el alejamiento al que se vieron obligados conforme el avance del frente hacía necesaria la evacuación de la población civil. Fueron víctimas de los bombardeos, de la hambruna, de las penurias de la guerra, que en demasiadas ocasiones incluía la perdida de padres, madres y seres queridos, y lo fueron de nuevo aquellos a los que a esas desgracias, se sumó la obligación de dejar sus pueblos y ciudades para vivir en un nuevo país, alejados de sus familiares, si quedaban, en un entorno extraño, en el que, a veces, también era extraño el idioma.

Es la historia de los niños de la guerra, de esos miles de españoles que de la noche a la mañana pasaron a ser ciudadanos soviéticos, mexicanos, belgas, daneses o franceses; a los que, de repente, se les arrebató la infancia y se quebró su inocencia y fueron condenados a vivir una vida para la que, en principio, no estaban destinados.

Cerca de 33.000 niños fueron evacuados durante la guerra, de los que una parte se convirtieron en exiliados forzosos tras su finalización. Fueron niños evacuados, exiliados, desterrados, expatriados, refugiados o acogidos, que hoy, ancianos, siguen llamándose a sí mismos, niños de la guerra.

No hay duda de que la guerra dejó muchas huellas y muchas deudas. Sobre la primera, el tiempo las va cicatrizando y con la colaboración de todos será más rápida y definitiva.

Entre las deudas, hay muchas, son difíciles de reponer, pero no imposible. Y aquí hay una muestra. El pasado 24 de febrero se aprobó, por unanimidad, en el Congreso de los Diputados, la ley por la cual se reconoce una prestación económica a los ciudadanos de origen español desplazados al extranjero durante su minoría de edad como consecuencia de la guerra civil.

La cuantía de la prestación aprobada es el equivalente a la pensión de jubilación contributiva para mayores de 65 años sin cónyuge a cargo, que en 2005 supone 6.900 euros al año, es decir se añade a la pensión que venían percibiendo lo que resta hasta alcanzar dichas cantidades.

También se garantiza a los beneficiarios residentes en el extranjero la cobertura de asistencia sanitaria, en el caso de que estén excluidos de la misma o el contenido y alcance de sus derechos se considere insuficiente.

Actualmente hay un total de 543 posibles beneficiarios de esta medida, residentes en el extranjero y 60 que residen en España y no tienen pensiones contributivas del sistema de la Seguridad Social.

El coste total de las medidas es de 3.200.000 millones de euros aproximadamente. Difícil es saldar la deuda con ellos, pero esta medida tiene como objetivo hacer frente a las necesidades de un colectivo que precisa cubrir necesidades esenciales. No es la primera vez que se toman medidas parecidas. En el año 1993 el gobierno socialista también estableció la pensión asistencial a los niños de la guerra. Tras el paréntesis de los últimos ocho años, nuevamente un gobierno socialista ha vuelto a reencontrarse con aquellos que nunca debieron irse.