Desde la lejanía, la enormidad de la estación Zaragoza Delicias ofrece una silueta singular, marcada por los grandes arcos que rematan su cubierta en diagonal, alternados con tetraedros que dejan pasar la luz, descompuesta en grandes triángulos. Bajo la gran cubierta de 40.000 metros cuadrados se suspende horizontalmente un plano de cielo raso formado por esos triángulos, que se alternan; los de madera otorgan calidez al frío espacio blanco; y los de malla metálica son los que tamizan la luz, mejoran la acústica y permiten ver la estructura superior de arcos y tetraedros.

El edificio de Delicias conjuga en su interior los parámetros funcionales de una gran estación ferroviaria, combinándolos con los que se han aplicado en los más modernos aeropuertos. Un espacio de más de 600 metros de largo por 180 de ancho se organiza en torno a dos grandes vestíbulos --el de salidas y el de llegadas, el último en abrir-- más un acceso central subterráneo.

La estética del interior y la del exterior siguen el hilo conductor de los grandes muros de hormigón blanco, de aspecto marmóreo, material que queda a la vista tanto desde dentro como desde fuera del edificio. Estos muros están rematados por la volumetría escalonada de las cabezas de la estación, que fragmentan el volumen principal y ofrecen un perfil que juega con las luces y las sombras.

Las fachadas principales utilizan asimismo como un elemento arquitectónico más la iluminación natural, gracias a la traslucidez de un material tan aragonés como es el alabastro, que se ha empleado para cubrir algunos vanos, dando calidez a un edificio que, pese a tener en cuenta la escala humana en su funcionalidad, la trasciende por completo dadas sus enormes dimensiones.

Al principio, entre muchos zaragozanos, la estación de Delicias despertó algunos sentimientos encontrados. Así ocurrió también cuando, a lo largo de los siglos XIX y XX, se fueron levantando las mayores estaciones de Europa para la época, como la Gare de Lyon en Francia, la de Frankfurt en Alemania o la de Atocha en Madrid. Entonces, no fueron pocas las personas que creyeron que estos edificios nacían sobredimensionados.

Más de un siglo después, estas estaciones, cuyas vías son hoy surcadas por los trenes de alta velocidad, no solo no se han quedado grandes, sino que han ido creciendo con los años y han ido necesitando paulatinas ampliaciones. Estas estaciones se han convertido en focos de creación de riqueza para las ciudades en las que fueron construidas, demostrando que aquellas infraestructuras que son concebidas con amplitud de miras y la vista puesta en el futuro, suelen ser un acierto, aunque en principio pudieran parecer excesivas.

Algo parecido ocurre con la Estación de Zaragoza Delicias, un enorme edificio que los arquitectos Carlos Ferrater y José María Valero concibieron con vocación de futuro. Delicias tenía que perdurar en el tiempo sin perder su funcionalidad. El espacio, a pesar de sus grandes dimensiones, resulta acogedor. Los diferentes niveles del interior hacen posible que un viajero, al entrar, perciba de una sola vez la totalidad del espacio, familiarizándose de inmediato con el mismo. El edificio, de gran escala, intenta reconocer sustancialmente tanto en sus fachadas de aproximación como en su interior la escala humana.

Esta perspectiva, la de hacer un gran edificio pero para las personas, ha sido tenida en cuenta, por ejemplo, en el vestíbulo de salidas. Situado en el ala este, dispone de cinco grandes marquesinas en voladizo, definidas por el propio volumen del edificio, que protegen a los viajeros de las inclemencias meteorológicas que con tanta dureza azotan a menudo a Zaragoza. Estas marquesinas adquieren sentido cuando, tras la llegada de un tren, cientos de viajeros esperan un taxi o cuando descargan su equipaje. También pensando en la comodidad de los viajeros, hay un hotel integrado en la propia estación.

Una infraestructura destinada a durar muchos años requiere instalaciones proyectadas desde los parámetros de la sostenibilidad. Es una estación que produce parte de la energía que consume mediante fuerzas renovables, y que además busca el máximo confort del viajero. Andenes calefactados mediante suelo radiante de agua, cortinas de aire para climatizar los vestíbulos, aparcamientos dotados de sistemas de control que facilitan la localización de plazas libres ... La accesibilidad fue otro de los factores tenidos en cuenta a la hora del diseño de la estación. Cintas transportadoras, aparatos elevadores y escaleras mecánicas otorgan una total accesibilidad a las personas con movilidad reducida.

Todos estos servicios han ido entrando paulatinamente en marcha. En un principio, la estación abrió sin los accesos finalizados, con un solo vestíbulo operativo, con un deficiente sistema de calefacción ... Pero todas las deficiencias se han ido subsanando, especialmente con el acelerón final que se dio de cara a la Expo.

La sociedad pública Zaragoza Alta Velocidad, constituida por la Diputación General de Aragón y por el Ayuntamiento de Zaragoza al 25%, respectivamente, y por el Gobierno de España --a través de Renfe y Adif--, y que fue la encargada de la urbanización de los aledaños de la estación intermodal de Delicias, dio por finalizados los proyectos de acompañamiento al nudo ferroviario, desde la rotonda de la Ciudadanía hasta la salida de la capital aragonesa por la ampliación de tercer cinturón, el pasado verano. Solo queda pendiente de finalizar el túnel de la A-68, cuya obra civil terminó ya este verano, pero que necesita de una inversión extra de unos 17 millones para su culminación, y que se esperan obtener de la venta de los terrenos del barrio del AVE.