La situación de sequía provocada por la falta de precipitaciones y lo escaso de la nieve caída el pasado invierno en las cumbres pirenaicas ha hecho que el caudal del río Ebro se haya situado este verano varias veces por debajo del nivel mínimo que la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) considera necesario para garantizar la seguridad ambiental; es decir, para absorber los vertidos autorizados sin que se vean amenazadas la flora y la fauna del ecosistema fluvial.

Desde el Plan Hidrológico del Ebro de 1996, ese caudal de seguridad está fijado en 30.000 litros por segundo. Sin embargo, los datos del Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH) de la CHE señalan que el Ebro no alcanzó esa cifra entre las cuatro de la mañana del martes y las siete de la tarde del miércoles, situación que volvió a repetirse durante buena parte de la madrugada y la mañana de ayer.

El del Ebro no es el único cauce en el que la aportación del río no alcanza el mínimo de seguridad ambiental. El Jalón lleva dos semanas en esa situación al desembocar en Grisén. Tampoco llegaban al caudal ecológico, entre otros, el Ésera en Eriste, el Gállego en Búbal y en Guadalope en Caspe. Este último, de hecho, lleva dos semanas sin superar los 410 litros por segundo cuando el mínimo es de mil.

Con todo, no se trata de la situación hidrológica más alarmante. El Matarraña baja desde hace quince días con un caudal de en torno a diez litros por segundo a su paso por Nonaspe, donde debería llevar algo más de 500. El Arba de Luesia lleva dos meses seco en Biota.