El poco celo que puso al atracar un estanco de Tarazona cuchillo en mano y el hecho de que en su ficha policial constaran seis antecedentes por robo ha permitido a la Guardia Civil, tras una investigación que se ha prolongado durante nueve meses, identificar a L. F. H., vecino de un pequeño pueblo de Navarra de 40 años de edad, como el autor del asalto y detenerlo.

El atraco se produjo poco antes de las diez de la noche del 8 de septiembre del 2010. Poco antes, el asaltante, que vestía una gorra roja y una camiseta de gruesas rayas horizontales negran y grises, había entrado en el local, aunque se retiró al observar que había clientes.

Estuvo un rato merodeando por la zona y regresó cuando el establecimiento quedó vacío. Pidió a la dependienta un paquete de papel de fumar que pagó con un euro y, cuando esta iba a darle el cambio, sacó de su espalda un cuchillo con el que la intimidó. La mujer intentó inicialmente impedir el robo, aunque, asustada, desistió. L. F. H. metió la mano en la caja y salió corriendo y se esfumó con el puñado de euros que le cupieron en ella.

La Guardia Civil puso a trabajar a la Policía Científica, que sacó las numerosas huellas dactilares existentes en el local mientras los agentes de la Policía Judicial retiraban las grabaciones de la cámara de seguridad del establecimiento.

El navarro era un viejo conocido de las fuerzas de seguridad. Está fichado desde que en 1988 cometió un robo con violencia e intimidación. Reincidió diez años después y volvió a hacerlo el año pasado. En esos 23 años --su carrera delictiva comenzó con 17-- le constan otros cuatro robos.

El análisis de las huellas localizadas en el local, como la puerta, el mostrador y la propia caja registradora, permitieron identificar uno de esos dactilogramas como perteneciente a L. F. H. mediante el cotejo con la base de datos del Sistema Automático de Información Dactilar (SAID) del ministerio del Interior, en el que constan las señales que dejan los dedos de todos las personas detenidas en España en las últimas décadas.

Sin embargo, esa huella no era más que un indicio que no permitía a los investigadores señalar al sospechoso como el autor del atraco. Resultó concluyente el hallazgo en su domicilio de una camiseta idéntica a la que llevaba el caco, que terminó confesando la autoría. Quedó en libertad con cargos tras declarar ante el juez.