Cada presidente que de la Diputación General de Aragón lo ha sido tiene al comienzo de su mandato un gesto, guiño o gancho para la historia, lanzando un guante hacia sus favorables aires.

Marcelino Iglesias, por ejemplo, anunció que se proponía detener el trasvase del Ebro y cumplió. Se fue a Moncloa con José Ángel Biel (su socio, por entonces) a ver a José Luis Rodríguez Zapatero, hablaron en Barcelona con Maragall y el Plan Hidrológico Nacional de José María Aznar se derogó.

Ahora, en el entorno de su debate de investidura y toma de posesión, Luisa Fernanda Rudi se ha comprometido a devolver a las parroquias afectadas los Bienes de La Franja y es de esperar, y de desear, que cumpla con su promesa, haciendo justicia y dando satisfacción a una gran mayoría de aragoneses que califican el expolio artístico y patrimonial como lo que realmente es: como un atraco o hurto con agravantes y como una afrenta.

La nueva presidenta aragonesa ha declarado también que en ese afán, el de conseguir que los tesoros retenidos en Lérida regresen a Barbastro y Monzón se implicará personalmente. Quiere, pues, rematar la obra que Iglesias emprendió pero no coronó. Don Marcelino reclamó los Bienes con una mezcla de prudencia y firmeza, pero evitó en todo momento enfrentarse con José Montilla. El tono de Rudi al referirse al conflicto parece adelantar un pulso con Artur Mas.

Ojalá se celebre ese torneo y ojalá lo gane Aragón. Razones, comenzando por el fallo de la Iglesia, no faltan. Estratégicamente, el nuevo Gobierno aragonés debará analizar los pasos a seguir. Habrá que esperar hasta después del verano para que se reanuden las entrevistas o encuentros, públicos o discretos, a nivel de consejeros, y tal vez de presidentes, entre los ejecutivos de Aragón y Cataluña. En este duro envite, que viene arrastrándose por los juzgados y salones vaticanos y por las bambalinas de las instituciones políticas desde hace ya veinte años, la nueva consejera aragonesa, Dolores Serrat, tendrá enfrente a Ferrán Mascarell. El responsable de cultura de la Generalitat es un viejo zorro, antes socialista, ahora convergente. Y por ende, y por converso, más celoso guardián de ese patrimonio saqueado y exhibido por nuestros no siempre solidarios vecinos.

Suerte al Gobierno aragonés, en cualquier caso, con tan justa causa.

Escritor y periodista