El servicio de duchas y lavadoras para inmigrantes, que desde hace cuatro años y medio está en el sótano de un bloque municipal de la calle San Blas, atendió en el 2010 a casi 16.000 personas. Este programa socio-asistencial se puso en marcha en noviembre de 1994, cuando los colectivos sociales del Casco Histórico detectaron un problema de falta de higiene en ciertos colectivos vecinales y cuyas causas se derivaban principalmente de las carencias de sus viviendas.

La Asociación de vecinos Lanuza-Casco Viejo, la Parroquia del Portillo y las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul fueron quienes asumieron este proyecto desde sus inicios, cuando se puso a disposición de los vecinos, por primera vez, en un local que pertenecía a la hermandad, ubicado en la calle San Agustín. Con la gestión de la asociación de vecinos y la financiación de la parroquia, Duchas y Lavadoras estuvo funcionando varios años con el trabajo de dos personas contratadas y unos 25 voluntarios que se turnan para doblar, secar y arreglar ropa personal y del hogar.

En el 2006 negociaron con el Ayuntamiento de Zaragozana cesión del actual sótano de unos 175 metros cuadrados, ya que el edificio de San Blas se hundía y la rehabilitación era muy costosa. Y actualmente el servicio está subvencionado al 50% aproximadamente por fondos municipales.

Marroquíes, argelinos, senegaleses y gambianos son los principales beneficiarios de este servicio que se ha ido adaptando a los colectivos inmigrantes que han acudido desde su creación, porque en la medida en la que la gente del barrio ha podido ocupar mejores viviendas, las viejas han sido ocupadas por inmigrantes que han vuelto a tener la misma necesidad. "La población está cambiando y las necesidades también", explicaba María Jesús Urdaiz, Hija de la Caridad.

Aumentan los españoles

"Durante mucho tiempo han estado viniendo fundamentalmente inmigrantes, pero últimamente también están aumentando los españoles y los sudamericanos" que acuden a lavar su ropa, porque "son pocos los que vienen a ducharse", aseguraba la hermana. El perfil está cambiando hasta el punto de que, según indica Urdaiz, ahora una décima parte son "mujeres o jubilados con pensiones mínimas que se apañan con el servicio".

Pero no es una obra de caridad gratuita. "No queremos que se acostumbren", explicaba Teresa Iriarte, responsable del programa, "así que cuando acude alguien estudiamos su caso y en función de sus carencias o necesidades, se le deriva a un tipo de acción social u otra".

El local cuenta con 9 lavadoras. Además, hay tres duchas para hombres y otras tres para mujeres, que conjuntamente atienden entre 35 y 45 y personas por día. El servicio se ofrece por un precio simbólico: un euro la lavadora y 0,30 céntimos la ducha, a la que se facilita una toalla desechable y una toalla con gel. El centro está abierto de 10 a 13 horas (para llevar la ropa a lavar y ducharse) y de 16 a 19 horas (para recogerla y ducharse), y los fines de semana permanece cerrado.