La capital aragonesa se ha colapsado por las obras del tranvía, que van a exigir a los ciudadanos un extra de paciencia. Cada uno lo lleva como puede. Por lo general, pésimo.

El votante ciudadano está encendido por el embotellamiento de Zaragoza y por el atasco general de los asuntos públicos, que, como el mercado, no van para delante ni para atrás, sino todo lo contrario. La impresión del personal es que todo está parado y que, a la vez, cae imperceptiblemente hacia otro fondo de la recesión, como un submarino que lentamente fuese hundiéndose en un mar profundo, para permanecer atascado en su fondo hasta que vaya a salvarlo una operación rescate.

Otro ejemplo claro de atasco es José Luis Rodríguez Zapatero en Moncloa. Conductor dubitativo, el presidente prefiere esperar a que se ponga el semáforo en verde antes de preguntarse por qué la luz roja lleva tanto rato encendida delante de él. Obama, el gran conductor que le/nos iba a transportar a desconocidos paraísos del Estado del Bienestar, está asimismo atascado en unos Estados Unidos donde el sentido del tráfico financiero lo marcan unos cuantos corredores (de bolsa) capaces de vender a su madre por una información privilegiada.

Rubalcaba, el nuevo chófer del autobús socialista, intenta desatascar las rutas de camino al poder. Tiene la suerte de que Mariano Rajoy está atascado en su monótono discurso, en la demagogia del recorte, en el sofisma de la liberalización, y no tiene o no parece tener soluciones inmediatas, revulsivas, políticas, para aligerar la congestión de la crisis. Un Rajoy presidente sin soluciones para el empleo, y con un plan de choque como varita mágica, se va a encontrar con un primer año infernal y una sucesión de manifestaciones y huelgas que atascarán hasta los telediarios.

En Aragón, además del centro de Zaragoza, todo es atasco. El PSOE de Eva Almunia está atascado en la derrota. El nuevo Gobierno de Aragón lo es sin haber prometido novedad alguna, por lo que, al viajar tan despacio doña Rudi (y es probable que no se mueva del sitio) no se atropellarán con novedosos proyectos. La excusa del atasco financiero justificará unos cuantos meses de inercias y auditorías, hasta que se avizoren las elecciones generales y la opinión se desvíe hacia su cresta electoral.

Muchos piensan que lo mejor es no sacar coche ni cartera hasta nueva orden.

Escritor y periodista