A partir de ahora, el PP aragonés se lanza a la caza de su particular botín de sensaciones. En lo fundamental se trata de introducir en la opinión pública la impresión de que la crisis económica está siendo abordada con medidas drásticas (austeridad, buena administración, rectitud y estímulos a la recuperación) allí donde ahora gobierna la derecha conservadora y regionalista, y que, sin embargo, en los escasos lugares que han permanecido en manos de los socialistas, solos o aliados con la izquierda, continúa el cachondeo (despilfarro, corruptelas, caos administrativo y trabas a los emprendedores). Insisto en que este movimiento persigue infiltrar desde el poder institucional una visión predeterminada favorable. No es nuevo. El fenómeno ya ocurrió durante la era PSOE-PAR (sobre todo en el periodo 1999-2007), cuando la autoestima marceliniana, la Expo y los malabares de Biel crearon un mundo de fantasía que sólo se vino abajo tras el horrendo pinchazo de la burbuja inmobiliaria.

Rudi en el Gobierno aragonés y Suárez en la oposición municipal zaragozana asumen en primera persona el desafío. La primera ha de hacer creer a la ciudadanía que sus medidas de ahorro y reajuste van a tener una extraordinaria eficacia pues convertirán "cada euro en dos" (como le ha pedido al rector de la Universidad pública la nueva consejera de Educación, Dolores Serrat). El segundo se ha lanzado desde el primer minuto a barrenar la gestión de Belloch despreciando el plan de ahorro que este, junto con CHA e IU, pretende aplicar en el Ayuntamiento de Zaragoza. La cacería ha empezado y tengo para mí que el PP ha de lograr cobrarse no pocas piezas, porque últimamente la derecha se maneja mucho mejor en el subjetivo mundo de las sensaciones.

Nuestras instituciones, como las de toda España, vienen sufriendo un constante descenso en sus ingresos, lo que hace de los planes de ahorro una necesidad, gobierne quien gobierne. La clave está en conseguir ajustar las cuentas de manera efectiva (no sólo mediante pequeñas economías en los gastos superfluos) mediante mejoras administrativas y una selección eficaz de los objetivos. Eso, y el reto que supone mantener e incluso mejorar (de verdad) los niveles de calidad de los servicios públicos.

Vamos a tener ración triple de sugestión, sobre todo hasta que sean convocadas las elecciones generales. Sin embargo, y ahí está lo más curioso, los gobiernos del PP, con el de la Comunidad a la cabeza, no parecen dispuestos a revolucionar de verdad sus presupuestos. Rudi y Biel han apostado por seguir apoyando Motorland, Aramón o Walqa, por impulsar los aeropuertos de Huesca y Teruel, por sostener los ruinosos campus universitarios de las citadas ciudades y por mantener a los poderes fácticos en una posición privilegiada. ¿Entonces?