Resulta realmente difícil clasificar a Luis Racionero en algún ámbito del pensamiento y la creación, pues los ha recorrido casi todos

Su curiosidad --voracidad, más bien--, intelectual le llevó siendo muy joven a vivir con intensidad los movimientos culturales de los sesenta. Estuvo en Woodstock, coincidió con Bob Dylan y Mike Jagger, y se empapó del espíritu y de las vivencias de los hippies. Años más tarde desarrollaría igualmente viajes iniciáticos por Europa y Próximo y Extremo Oriente, lugares que sigue frecuentando.

Una de sus primeras pasiones sería asimismo el Renacimiento italiano. De sus visitas a Roma, Venecia y Florencia acabó por surgir una novela histórica, La muerte de Venus (Ediciones B) que se lee con un particular placer; seguramente el mismo que el autor obtuvo al escribir esta pieza de orfebrería histórica y documental.

Racionero evita al lector la paja y el fárrago con que otros autores, los menos dotados para el arte literario, rellenan sus pesados novelones históricos para entretenernos con un artefacto argumental ligero y seductor. Escrito, hay que decirlo, con indudable gusto, alarde y categoría, como se decía antes, pero también con esa suave facilidad --y felicidad-- del clásico que sabe que lo es.

Y con personajes tan fascinantes como Lorenzo de Medici, amo y señor de la Florencia renacentista, o Sandro Botticelli, el divino pintor que, entre otros lienzos no menos divinos, firmaría El nacimiento de Venus, uno de los cuadros más conocidos y admirados de la historia universal de la pintura.

La Venus del cuadro será la bella y casada Simonetta, de la cual el tímido Botticelli se enamorará apasionadamente. Algo de esa pasión se comunicó a su modelo, pues ella accedería a posar desnuda para él... y para otros concupiscentes ojos en el estudio ocultos.

El arte de Racionero nos introduce por un lado en las intrigas cortesanas de la que, en aquel momento, era la ciudad más fascinante del orbe, pero también en una reflexión sobre la explosión de las artes y la concentración de un puñado de genios, de Rafael a Miguel Ángel, en un período de tiempo tan corto como milagroso.

Una novela exquisita, como lo es su propio autor, que se lee con una mezcla de estética y didáctica gratitud, gracias a sus páginas llenas de vida, acción y metáfora.

Escritor y periodista