Ha sido designado por la Comisión Europea embajador español en la conmemoración del 25° aniversario del programa Erasmus, que se celebrará en el primer semestre del año 2012. Junto al resto de seleccionados, Corcuera será invitado a las conferencias y actividades organizadas y en las que presentarán sus propias experiencias con el programa Erasmus.

--¿Qué significa ser embajador de España en el programa Erasmus?

--La Comisión Europea ha querido celebrar el 25 aniversario del lanzamiento del programa con una serie de eventos y propuso que cada país eligiera a dos personas, un estudiante y un académico. Es algo interesante porque ayuda a valorar más un programa que sigue estando en la brecha, al que imitan otros países en distintos ámbitos y que ha tenido unos resultados excelentes.

--¿Cómo está posicionada la Universidad de Zaragoza en el desarrollo del programa?

--La universidad fue y sigue teniendo un papel importante. En los primeros quince años hubo que concebir cosas que no existían. Hay que tener en cuenta que en el 87, cuando se lanza el programa, nos comunicábamos por correo postal, teléfono o fax, con lo que recibir información era costoso. Las relaciones personales eran muy importantes y en aquella época no había correo electrónico y faltaban unos siete años para que apareciera internet. Tampoco existía en las universidades la infraestructura necesaria para desarrollar eso, pero poco a poco se fue realizando. En aquel año hubo 240 estudiantes en toda España que salieron, 13 años después ya fueron 17.000 y ahora la cifra es mucho mayor. Y la Universidad de Zaragoza fue la primera en números absolutos en enviar y recibir tanto estudiantes como profesores. Ahora estamos bien situados, pero podemos mejorar y aumentar mucho más. El 15% de los estudiantes que se titulan sale al exterior y eso podemos incrementarlo. Nunca hay que conformarse con tocar techo, aunque es más importante la calidad que la cantidad.

--¿Qué ha cambiado?

--Se han ido perfeccionando los procesos y vencido esa idea de que lo que yo estudio fuera no tiene por qué ser inferior a lo que hago aquí. Pero eran los profesores los que tenían mérito. Ellos eran los únicos artesanos del programa, que fue tejiendo una serie de redes importantes y favoreciendo una sintonía muy grande entre muchos académicos y profesores de toda Europa. Además, hay que deshacer esa idea de que Erasmus es turismo lingüístico o cultural. También lo es, pero es más profundo que eso. Antes teníamos que hacer de todo: buscar residencias, generar ofertas para extranjeros, saber dónde estaban los supermercados, decirles dónde comprar ropa de cama o estufas... Había una relación muy buena aunque más rica. Ahora es más fácil aunque uno de los peligros es que el programa está tan bien asentado que pensamos que está todo hecho, pero cada año los estudiantes son nuevos y hay que tratarlos como si nunca antes hubiera habido un programa Erasmus porque ellos lo desconocen.

--¿Qué concepción se tiene del estudiante Erasmus?

--El estudiante Erasmus estudia y la mayoría trabaja mucho más que en su lugar de origen y se ve obligado a reaccionar ante un medio desconocido. No están arropados por su entorno habitual, y tienen que aprender a expresarse en una lengua que no es la suya y aprender mecanismos de comunicación extraordinarios. Pero Erasmus permite conocer otras formas de vida o cultura y cultivar valores como la aceptación y el conocimiento mutuo.

--¿Qué falta por hacer?

--Se puede perfeccionar. El programa ha evolucionado de joven a adulto, pero nos hemos dejado cosas buenas por el camino, como esas relaciones personales, pero quizá es el tributo que hay que pagar por el desarrollo que hemos tenido. Tenemos que seguir en la brecha de animar a los estudiantes, que ahora tienen más oportunidades, porque no es fácil para las familias enviar a sus hijos fuera de casa, ya sea en España o en el extranjero. Hay que desarrollar ganas entre los jóvenes y organizar acciones relacionadas con el mundo académico que les resulten interesantes. La movilidad en sí ya es positiva pero no es suficiente. Porque le tiene que suponer un plus respecto a lo que tenga aquí.