--¿Por qué decidió aspirar al decanato de esta facultad en un momento tan delicado?

--Fue una decisión personal, pero también fruto de una meditación conjunta con un grupo de profesores que estamos en el mismo camino respecto a la universidad. Cuando se acabó el mandato anterior, se planteó la posibilidad de ofrecer una candidatura de consenso. En Filosofía y Letras no ha habido varias candidaturas, sino que siempre ha sido solo una y también en este caso.

--¿Qué experiencia tiene en gestión?

--Yo era profesor, catedrático y director del departamento de Historia Moderna y Contemporánea, así que la gestión no es nueva para mí. Sé cómo funciona esta facultad porque también he sido miembro del Consejo de Gobierno y representante de directores de departamento.

--¿Y no le da vértigo llegar precisamente ahora?

--Sí, pero soy optimista. No es necesario ser pesimista y, en estos momentos, cuando la dificultad es grande, siempre se pueden hacer cosas porque el mayor potencial de las facultades son las personas. Lo que no se puede hacer ahora es lo más urgente, que es la remodelación integral del edificio, pero hay que tener claro que empujar ese proyecto de reforma debe ser una obsesión y tenemos claro, tanto el rectorado como la consejería, que el proyecto prioritario en la universidad es la reforma de Filosofía y Letras. El problema es que los incumplimientos y dificultades nos han llevado a que la Facultad de Educación no esté acabada y mientras no llegue el dinero para acabar esos trabajos, no se puede hacer Filosofía.

--¿Hay nuevos plazos previstos?

--No. Había unas perspectivas de poder disponer de una pequeña cantidad en el próximo presupuesto, pero al final hay 0 euros para infraestructuras.

--¿Usted participó en las movilizaciones para exigir financiación para la reforma?

--Desde luego, comparto el motivo de esas concentraciones. Toda la facultad es consciente de la necesidad de la reforma integral. No hay aire acondicionado ni calefacción en ningún sitio y nos movemos en una situación precaria por no citar las goteras, caídas de placas de escayola u otras cosas bien conocidas.

--¿Cuál es el estado actual de las titulaciones?

--Se están acabando las primeras promociones de Bolonia y se han hecho las cosas bien. Hay diez titulaciones y trece másteres además de licenciaturas en extinción. En grados, el nivel de satisfacción es bastante grande y no se detectan graves problemas sino pequeños desajustes. Los problemas que podemos tener en el horizonte pueden alcanzar al número de alumnos por titulación, según lo que se expuso desde el ministerio, pero no sería especialmente grave aunque sí habría más dificultades en los másteres sobre todo si se pone en marcha el modelo de financiación anunciado, lo que, unido a tasas más altas, hará que muchos másteres no tengan alumnos.

--¿Qué repercusión puede tener el aumento de la exigencia para aspirar a beca?

--Me preocupa. No soy partidario de ese sistema porque creo que lo de la tasa de rendimiento académico supone algo así como una carrera de obstáculos. Puede tener repercusión porque reducirá opciones de lograr esa ayuda y me parece mal, ya que a la gente sin recursos no se le debe cortar de ningún modo la manera de llegar a la universidad.

--¿Y lo de aumentar las horas lectivas al profesorado no investigador?

--Me parece absolutamente injusto porque viene a fraccionar al profesorado, queriendo enfrentar a los que tienen mucha investigación con otros más dedicados a la docencia. La función debe ser la de investigador y docente, pero hay otros mecanismos para corregir o incentivar eso. Y lo digo aun siendo yo de los beneficiados, pero estoy radicalmente en contra.

--¿Qué encabeza su lista de tareas urgentes?

--No hay una tarea principal, sino varias. Una es culminar el sistema de calidad de las titulaciones, otra que la facultad sea referente cultural a través de un plan de actividades y, por supuesto, la reforma de la facultad.

--¿Cuánto tiempo cree que se puede soportar esta situación?

--No lo sé. No quiero ponerme en plan agorero, pero diría que hasta que suceda algo aún más preocupante que lo acaecido hasta ahora. Creo que las autoridades públicas deben dar, definitivamente, una imagen y apostar por la universidad. La función de los poderes públicos es apoyar y no dejar que se caigan sus edificios aunque haya condiciones adversas, teniendo en cuenta, además, que es una reivindicación de hace muchos años. Debemos exigirles con firmeza ese esfuerzo y cuanto más se demore, más riesgo para todo. Goteras, arquetas que funcionan mal, inundaciones en semisótanos, placas que se caen...Necesitamos ese esfuerzo.