Trece años después de la muerte de una de sus hijas, por malformaciones en los riñones, la argentina Sofía Gatica sigue luchando contra los cultivos transgénicos y el masivo uso de pesticidas, a los que culpa de la desgracia que marcó su vida y la de otros vecinos del barrio de Ituzaingó. Ecologistas en Acción la invitó a Zaragoza para hablar de los efectos de la producción de soja transgénica.

--¿Con qué mensaje ha venido?

--La Unión Europea importa soja transgénica de Argentina y venimos a pedir que no lo hagan, porque está contaminada. Les va a pasar lo mismo que nos está pasando a nosotros: que la gente se está muriendo.

--¿De qué ha servido la cruzada que usted emprendió?

--Mi hija falleció hace trece años. Tengo un hijo que cada vez que fumigaban quedaba paralizado, y otra hija con problemas. Y estamos en la lucha, porque el Estado no tomó cartas en el asunto. Y vemos que la gente está muriendo en Argentina, por la soja transgénica, por el glifosfato--un herbicida--,... No solo en América Latina. Vemos que las consecuencias las van a sufrir acá.

--¿Sirvió su causa para sensibilizar a las autoridades locales?

--Sí. Ha servido de mucho, porque hemos llevado a juicio a tres sojeros, dos agricultores y un aeroaplicador, que estaban violando las ordenanzas. Mi barrio se declaró inhabitable y en emergencia sanitaria. Y ellos siguieron fumigando, cuando ahora es delito en Argentina. Fue un precedente grandísimo.

--Aragón está considerado como el primer productor de Europa de cultivos transgénicos. ¿Tenemos un problema?

--Lo tienen y grave. El 80% de Argentina está sembrada de soja transgénica. Y nacen chiquitos con malformaciones y se producen muchos casos de cáncer. Pero no solo ocurre en mi país. Estamos ante un genocidio encubierto a nivel mundial. Hay un negociado entre los gobiernos y las multinacionales, para implementar el modelo de Monsanto --multinacional estadounidense--. Y fuimos a la Casa Blanca, pero Obama solo nos contestó con una carta diciéndonos que nada puede hacer contra las multinacionales.

--¿Hasta qué punto las administraciones son permeables a mensajes como el suyo?

--No hay respuesta y estamos aquí para que no pase lo que ocurre en Latinoamérica, para que la gente no enferme, no se muera, y para que los campesinos vuelvan a su agricultura, de los antepasados. Ahora nos imponen comer de lo que se benefician las multinacionales.

--¿Hay marcha atrás?

--Sí, pero si nos unimos para decir que queremos comer sano. El que tenga dinero y se haga un análisis, va a tener glifosfato, producto que la Unión Europea prohibirá en el 2015. Pero, ¿cuántas personas van a morir hasta entonces? Porque está comprobado científicamente que produce malformación, produce cáncer.

--¿No le hace falta un apoyo científico más decidido?

--El problema es que los científicos trabajan para multinacionales o el Gobierno.