Los controles que efectúa el Gobierno de Aragón sobre la calidad de la carne que llega a los consumidores han revelado un elevado número de episodios de contaminación de animales silvestres con residuos tóxicos de procedencia ambiental cuya entrada en la cadena alimentaria entraña riesgos para la salud humana.

Los inspectores del Departamento de Sanidad de la DGA han detectado en el último año y medio un caso de micotoxinas --hongos tóxicos presentes en los piensos-- en carne de cerdo y en veinte ocasiones localizaron cadmio --metal pesado-- en las canales: quince entre los 44 caballos revisados --uno de cada tres-- y cinco en las veinte piezas silvestres de caza analizadas --uno de cada cuatro--.

Los metales pesados llegan a los animales a través de vegetales y líquidos que previamente han sido contaminados por ellos. Básicamente, se trata de residuos procedentes de actividades humanas contaminantes, como el empleo de productos fitosanitarios, y de su emisión a la atmósfera como componentes de productos químicos, entre otros, procedentes del funcionamiento de industrias y vehículos de automoción.

RIESGOS La ingesta de metales pesados puede provocar graves daños en el cuerpo humano, ya que este no es capaz de metabolizarlos. La llegada de sustancias como el cadmio al cerebro puede resultar mortal, y su asentamiento en las zonas de conexión celular es susceptible de generar procesos oxidativos capaces de desatar procesos cancerosos.

Las intoxicaciones por metales pesados requieren largos procesos de tratamiento mediante el suministro de aminoácidos --quelación-- para contrarrestar su efecto.

Los inspectores del Gobierno de Aragón se encargan de controlar la calidad de las carnes en los mataderos, donde analizan las canales tras el sacrificio de los animales de engorde, así como en empresas del sector alimentario y el de la distribución. Investigan la presencia de residuos de sustancias con acción farmacológica, tanto prohibidas como autorizadas, así como de "ciertos contaminantes ambientales que pueden suponer un riesgo para la salud humana", explicaron fuentes de la Consejería de Sanidad.

El Programa de Control de Residuos de Derterminadas Sustancias en Fases Posteriores a la Producción Primaria que desarrolla la DGA se integra en el Plan Nacional de Investigación de Residuos (PNIR), coordinado por el Ministerio de Sanidad.

En los 18 meses transcurridos entre enero del 2012 y junio del 2013, los inspectores del Departamento de Sanidad analizaron un total de 3.541 muestras de piezas de carne en mataderos, empresas agroalimentarias, firmas de distribución y comercios en las que detectaron un total de 29 positivos.

Es decir, que constataron la presencia de metales pesados, hormonas sintéticas y antibióticos en niveles superiores a los permitidos --en los dos primeros casos es cero-- en 29 de esos alimentos o canales, lo que supone el 0,81% del total.

ANTIBIÓTICOS En ese periodo, los inspectores de la DGA detectaron la presencia de antiobióticos coccidiostáticos como la salinomicina, la nicarbacina y la narasina en cinco ocasiones. Ganaderos y veterinarios utilizan estos fármacos para tratar la coccidiosis, una enfermedad parasitaria intestinal que sufren tanto los animales como las personas que puede resultar mortal.

Cuatro de los positivos por coccidiostáticos salieron en productos alimentarios de corral como pollos, huevos y conejos.

Los datos de la DGA indican también que persiste en algunos sectores ganaderos el abuso de otro antibiótico parasitario como las sulfamidas. Los tres positivos por sulfadiazina que los inspectores de Sanidad detectaron en ganado ovino arrojan una media de un episodio de exceso en su empleo cada poco más de 200 ovejas y corderos.

El consumo continuado de carne con exceso de antibióticos, ya sea por serles administrados a las reses en cantidades superiores a las tolerables por los animales o por haber llegado estos al matadero sin respetar los periodos de supresión --el plazo para que la res los elimine de manera natural--, entraña para el ser humano el riesgo de quedar inmunizado al uso médico del fármaco por generar resistencias su propio organismo.

Los resultados del programa de control revelan una evolución en las prácticas del engorde ilegal, nombre con el que se designa el empleo de sustancias prohibidas para acelerar el crecimiento de los animales con la finalidad de aumentar los beneficios.

Los inspectores no han detectado en año y medio el uso de hormonas sintéticas ni de betaagonistas como el clenbuterol, que eran una de las trampas más habituales hasta principios de la década pasada, mientras que el número de positivos en ganado bovino ha sido cero y en el porcino y el aviar ha caído el abuso de los antibióticos.