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Hogueras y bendición de animales

Fotogalería: Fiesta de San Antón

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Antonio Abad (san Antón) también llamado san Antonio el Magno, fue un eremita que nació en la aldea de Conma, en Egipto, en el año 251 y murió en el 356, a los 105 años. Cuando contaba con 34 años decidió repartir todos sus bienes y retirarse al desierto (fundando después dos monasterios) en donde pasó el resto de sus días hasta su muerte, dedicado a la más austera penitencia.

Las numerosas tentaciones que, según la tradición, tuvo san Antón han quedado plasmadas en numerosos escritos y pinturas. De este modo, el santo encarnaría la lucha entre el bien y el mal, un anticipo del Carnaval, en el que se ponen en liza la carne (el deleite gastronómico) y la Cuaresma (el ayuno).

Las reliquias de san Antón tienen la reputación de curar las enfermedades, y principalmente las que se denominaban antiguamente del fuego sagrado o fuego de san Antonio. La veneración a san Antonio Abad es importante en toda Europa y de manera especial en España, y la Iglesia celebra su fiesta tal día como hoy.

Asimismo, san Antón es también el patrón de los animales, cuya festividad se aprovecha para la bendición de los mismos, rito que sería la cristianización de antiguas ceremonias de apareamiento de animales domésticos (para implorar su reproducción) que, en la Antigüedad, tenían lugar en torno a estas mismas fechas.

EN CUANTO A la tradición de representar a san Antón junto a un cerdo (símbolo de las tentaciones a las que hubo de hacer frente el santo durante su vida de eremita) parece que tuvo su origen en el año 1095, en la Orden Hospitalaria de los Antoninos, en el Estado del Delfinado (antigua región de Francia, con capital en Grenoble) donde se hallaban unas reliquias de san Antón. En aquel año, la región había padecido el misterioso mal de los ardientes, proveniente del consumo de un centeno en malas condiciones. Durante la epidemia, los Hospitalarios desempeñaron un papel importante como sanadores. Vestían con un manto negro y una T azul cosida a él, y los frailes anunciaban su llegaba a las casas con una campanilla colgada al cuello. Así que, por derivación, cuando comenzó la costumbre de regalar cerdos para sus hospitales, se decidió que esos lechones fuesen marcados con una T y que se les colgase una campanilla al cuello, pudiendo los animales así identificados, deambular libremente y comer todo lo que les apeteciese, a fin de que estuviesen bien rollizos para cuando les llegase el día de la matacía y se convirtiesen en longanizas para alimentar a los enfermos. De este modo, la Fiesta del cerdo de san Antón que se celebraba en muchas localidades de España, consistía, precisamente, en la rifa de un cerdo o su donación a un hospital.

PERO SAN ANTÓN es sobre todo, el día de las hogueras las cuales tenían un claro significado de purificación ritual para la economía agro rural. Así, con el fuego se eliminaban los males del invierno y se invocaba el crecimiento de las semillas que antes de brotar en primavera, ya laten para estas fechas en las entrañas de la tierra.

Las Sanantonadas (que aún se celebran en muchas localidades, como en La Portellada, en Teruel) eran Autos Sacramentales, con la presencia de ángeles, diablos, y personajes con antorchas de fuego, que se representaban en la noche de san Antón. Estas representaciones teatrales recreaban la vida del santo y las

tentaciones que hubo de afrontar a lo largo de su vida. En ellas, el demonio aparecía en primer lugar, representado como un niño negro. Posteriormente, como una dama que trataba de seducir a san Antón para casarse con él. Y finalmente, como un monje que resulta ser otra vez el propio Luzbel. Pero todas estas tentaciones las vencía el santo mostrando la cruz de Cristo.

En las Sanantonadas llegaban a actuar más de 60 personas, quienes escenificaban también la corte del emperador romano Maximiliano, quien, según la tradición, buscó el auxilio de san Antón para que sanase a su hija enferma. Y tras la representación cada barrio arrimaba sus parrillas a las brasas de su hoguera para asar chorizos, orejas y panceta de cerdo, bien regadas con recios tintos, moscateles y cazallas, finalizando la fiesta con un alegre y animado baile popular.

Y es que, aunque el frío aún aprieta, los trangas de los carnavales ya empiezan a resonar por la lejanía de los llanos, los valles y las montañas.

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