El soriano Vicente Jiménez Zamora asumió ayer, a sus 70 años, el mando espiritual de la Archidiócesis de Zaragoza, en una basílica del Pilar abarrotada de fieles y autoridades civiles y eclesiásticas. Nadie quiso perderse la ceremonia de un arzobispo que cierra un periodo convulso en la Iglesia zaragozana, con el cese de su antecesor, Manuel Ureña. A los cientos de fieles zaragozanos se unieron al menos dos autobuses llegados de la localidad natal del nuevo arzobispo, Ágreda, y también devotos de la diócesis de Santander, donde el soriano era obispo hasta ahora.

Jiménez, en una homilía de unos 25 minutos de duración que invirtió en gran parte en agradecimientos --no en vano acudieron el nuncio apostólico en España, Renzo Fratini, dos cardenales, 14 arzobispos y 24 obispos--, dejó claro su fervor por la línea que está siguiendo el papa Francisco en lo que lleva de pontificado.

Así, ensalzó valores como la "reconciliación", recordando el ejemplo del Papa con su intercesión en el conflicto entre Cuba y Estados Unidos. Apostó también por recuperar una "cultura de la sobriedad y la solidaridad", frente al "derroche". Y en la misma línea llamó a acometer una "renovación moral" frente a una sociedad "carente de valores espirituales", para luchar contra la corrupción. Tendió la mano a las autoridades para desarrollar una comunidad que ya tomó como suya.

También en la línea del discurso del papa Francisco apostó por una "transformación misionera que nos haga salir de nuestras iglesias y nuestras fronteras", añadió.

En lo personal, en uno de los momentos más emotivos del discurso, se acordó de sus padres, Vicente y Silvina, y de su hermana Maripaz, ya fallecidos. También tuvo un cariño para el cardenal emérito de Sevilla, Carlos Amigo, unido a él por "lazos familiares" a través de su hermana, explicó.

Y demostró que venía con la lección bien aprendida sobre su destino, no solo al saludar al ya emérito Ureña y a Elías Yanes, junto a los obispos de todas las diócesis aragonesas, sino al encomendarse a San Valero, San Braulio, Santa Engracia y --por supuesto-- la virgen del Pilar para ayudarle en su tarea.

El discurso fue la parte central de una ceremonia en la que no faltó prácticamente nadie. La presidenta del Gobierno aragonés, Luisa Fernanda Rudi, con casi todos los consejeros del Ejecutivo; el de las Cortes, José Ángel Biel; el delegado del Gobierno, Gustavo Alcalde; el Justicia de Aragón, Fernando García Vicente; los alcaldes de Zaragoza, Ágreda y Santander --Juan Alberto Belloch, Jesús Manuel Alonso e Íñigo de la Serna--; el presidente de la DPZ, Luis María Beamonte o el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Aragón, Manuel Bellido, entre otros muchos.