Raimundo Medrano, el quinqui Medrano, un histórico delincuente compañero de correrías de Eleuterio Sánchez el Lute, murió a los 69 años presuntamente a manos de su esposa en Calatayud, donde llevaba al menos un año residiendo. La mujer, Carmen V. J., había denunciado su desaparición el lunes, pero solo un día después acabó confesando que le había asesinado a tiros. Ocultó el cadáver en una leñera próxima a su vivienda, donde la Policía lo encontró el miércoles por la mañana.

La asesina confesa se presentó el Día de Reyes en la comisaría de la Policía Nacional de Calatayud, a las 15.29 horas, concretamente, para denunciar la desaparición de su marido, del que aportó una fotografía. Indicó que estaba muy preocupada porque aquella mañana Raimundo, casi ciego y con problemas de diabetes y tensión, se había marchado de casa con 2.000 euros en el bolsillo y un móvil que no le daba señal. Añadió que por sus problemas de salud necesitaba medicación constantemente, lo que hizo clasificar la desaparición como "inquietante" desde el primer momento.

ACOMPAÑADO

Los primeros interrogatorios ya hicieron sospechar a los investigadores de que había algo más detrás de la desaparición del hombre. En el pequeño barrio de San Roque, a las afueras de Calatayud, nadie le vio salir solo la mañana del lunes, cuando según su mujer le dejó en casa para ir al médico.

Es más, en el tiempo que llevaban en la vivienda del número 37 --un año según la Policía, hasta dos según algunos residentes-- nunca le habían visto andar solo. "Siempre iba del brazo de su mujer, como estaba ciego", explicaba una vecina. Esta versión fue unánime entre los vecinos interrogados por la Policía Nacional, la Local y efectivos de Protección Civil, que colaboraron en las gestiones y en el rastreo, el mismo martes.

Ante la sospecha, y tras algunas "informaciones incoherentes" ofrecidas por Carmen V. J., los interrogatorios policiales tomaron otro cariz. Los familiares del fallecido confirmaron que era extraño que hubiese salido solo de casa, y finalmente, la mujer acabó confesando que le había matado con una pistola y había ocultado el cuerpo.

Los agentes se desplazaron hasta la vivienda, muy cerca de la ermita que da nombre al barrio. Allí, en una leñera excavada en la roca, junto a la casa, encontraron el cadáver envuelto en plásticos y cubierto por leña. En el pequeño patio de la casa se apreciaban ayer manchas aparentemente de sangre, pero la Policía no confirmó si tenían algo que ver con el asesinato.

El caso está bajo secreto de sumario, pese a la confesión de la presunta asesina, a falta de cerrar algunos flecos como si pudo trasladar y ocultar el cadáver ella sola. Tampoco trascendieron el móvil del crimen, sus circunstancias exactas o los resultados de la autopsia, practicada ayer en el Instituto de Medicina Legal de Aragón. La titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Calatayud instruye las pesquisas.

TRANQUILOS

Los vecinos del barrio de San Roque no salían ayer de su asombro, y no solo por el crimen. "Yo estoy todos los días asomada a la ventana y les veía pasar de la manica a pasear. No hablaban más de un buenos días, pero parecía que se llevaban bien", explicaba Encarna, una de las residentes.

Pero lo que más les sorprendía es enterarse de que habían estado viviendo junto al que en su día fue el enemigo público número 2 de España. "¿Quién nos iba a decir a nosotros que teníamos a semejante elemento al lado?", se preguntaban sus vecinos de finca, que definían al matrimonio como "muy tranquilo". No oyeron disparos ni el lunes ni los días previos.