Cinco de los diez traficantes vascos y aragoneses juzgados ayer por la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Zaragoza dejaron de ser presuntos al aceptar condenas de seis años de prisión --para Javier Zapata Muñoz--, tres --para su pareja, Ana Cristina M. L., un cliente de ambos, Carlos José Petinal y otro implicado, Francisco Martínez González-- y un año y nueve meses para Juan Echechipia Ciricio, alias Chiper. Pagarán además multas de entre 1.800 y 100.000 euros.

Sus cinco compañeros de banquillo, aún presuntos, o se negaron a declarar o se desvincularon de los papeles principales de la red que les atribuye la Fiscalía, y por los que pide siete años de prisión para cada uno.

A Manuel Francisco L. M., alias Manu, presunto cabecilla de la red y proveedor directo del matrimonio Zapata-M. y de Chiper, le detuvieron en el coche en el que traía de Holanda casi tres kilos de speed líquido para procesar. Pero se dibujó como un mero transportista, que "no sabía lo que traía" por encargo, a cambio de 2.000 euros. Nombró como destinatario a un vecino suyo, no detenido en la operación policial --en junio del 2013-- ni sentado en el banquillo.

Su mujer, Nuria G. N. y su cuñado, Jesús G. N., afirmaron que sabían que Manu era toxicómano, pero no que traficaba. El segundo alquiló el coche del viaje a Holanda porque su cuñado "no tenía Visa" y le dijo que lo necesitaba por trabajo. La mujer indicó que fue a cobrar giros postales --presuntamente para pagar la droga holandesa-- por indicación de su marido.

Los otros dos acusados que no pactaron sus condenas eran presuntamente clientes del matrimonio Zapata--M., Jorge P. M. y Javier G. L., este segundo almacenero y camello ocasional del anterior, según admitió. Le guardaba la droga "por 400 euros al mes" y a cambio de que le suministrase los dos gramos diarios que aseguró que consumía. Francisco Martínez, uno de los que pactaron su condena, tenía el mismo papel, dijo.

Pero Jorge P. M., discapacitado psíquico a consecuencia de las drogas, negó su presunta intermediación y dijo que era Javier G. L., compañero de instituto, quien le vendía la droga a él.