ALa batalla contra el Estado Islámico se libra en muchos frentes, entre ellos el ciberespacio.

Algunos hackers, a modo de sofisticados espías, se han ofrecido a boicotear los sistemas informáticos de los terroristas, algo que se supone vienen haciendo las agencias de inteligencia, en un nuevo frente bélico, silencioso, frío, ilustrado apenas por las rumorosas almas de los ordenadores y los suaves tableteos de los teclados, pero tremendamente ruidoso con sus más extremistas consecuencias.

Para conocer mejor los últimos fenómenos de la ciberdelincuencia resulta práctico y, al mismo tiempo, muy placentero, leer la novela de Antonia Huertas titulada Alterworld (editorial Versátil).

En la ficción, una agente de Interpol, Beppa Mardegan, deberá enfrentarse y tratar de solucionar una serie de crímenes que ocurren simultáneamente en el mundo real y en el mundo virtual, donde ya se está generando un nuevo tipo de delincuente tan preparado como astuto, inteligente y seductor, una o varias mentes temibles capaces de robar identidades ajenas y asumir falsos roles en su propósitos delictivos o en su mesiánica lucha contra occidente.

En Alterworld hay una gran plaza pública donde una multitud de seres con aspecto variopinto se envían unos a otros, sin descanso, bits de información, de manera parecida al funcionamiento de los mercados de Bolsa. Cada uno de esos elementos virtuales se encuentra dentro de una especie de esfera o burbuja transparente, de distinto tamaño según la información que acumule, conectada por filamentos transmisores con otras burbujas. Estos avatares del ciberespacio pueden a su vez generan otros seres protectores, vigilantes o testigos, a modo de un ejército personal a sus órdenes.

Frente a esos mundos sin conciencia, las Policías luchan apoyándose cada vez más en sistemas de intercambio informativo y documental, y en grandes cerebros cibernéticos capaces de procesar enormes cantidades de información.

La autora de Alterworld, Antonia Huertas, doctora en Lógica Matemática, sabe muy bien lo que escribe porque dirige el grupo de investigación Teking de la Universidad de Cataluña. Sus áreas de investigación son la lógica aplicada a la inteligencia artificial, el e--learning y la robótica virtual. Su mundo, un nuevo e inquietante cosmos llamado ciberespacio.