Síguenos en redes sociales:

ENTREVISTA A MIGUEL ÁNGEL ARAGÜÉS

«Ojalá se valorase el gran trabajo de los abogados»

Miguel Ángel Aragüés es exgerente del Colegio de Abogados de Zaragoza

«Ojalá se valorase el gran trabajo de los abogados»

Miguel Ángel Aragüés acaba de poner fin con su jubilación a 24 años como gerente del Colegio de Abogados de Zaragoza. Ha sido el primero en ocupar el cargo, igual que estrenó como asesor jefe la renovada institución del Justicia, tras una década como abogado.

-¿Se imaginaba que iba a estar 24 años como gerente del Colegio de Abogados de Zaragoza?

-La verdad es que no. Llevaba cinco años como segundo del Justicia de Aragón (entonces, Emilio Gastón) e iba a volver a la profesión. Por entonces los colegios empezaban a contar con gerentes y algún colega le sugirió mi nombre al decano, Carlos Carnicer. Me llamó, y aunque tuve mis dudas, entré pensando estar cinco o seis años. Pero luego el siguiente decano, Javier Hernández, me pidió seguir, y aquí me quedé con su sucesor, Ignacio Gutiérrez Arrudi y el actual, Antonio Morán.

-¿Qué se encontró a su llegada?

-Empezamos prácticamente de cero, porque acabábamos de comprar la sede de la calle Don Jaime I, que antes había sido de Ibercaja y albergó las Cortes de Aragón. Había que rehabilitarlo casi por completo, y hubo que subir mucho las cuotas para comprarlo.

-¿Qué cambios en la profesión le han marcado más en 25 años?

-La labor más dura fue prácticamente a los dos años de entrar, con la nueva Ley de Asistencia Jurídica Gratuita, con Juan Alberto Belloch de ministro. Fue un gran cambio que aproximó más el cumplimiento del artículo 24 de la Constitución, sobre la igualdad de acceso a la Justicia, pero supuso un gran cambio para los colegios, con la creación del Servicio de Orientación Jurídica (SOJ), hoy en la Ciudad de la Justicia) que se encargaba de tramitarla para el ciudadano, en lugar de que este tuviera que acreditar su pobreza con un proceso judicial.

-¿Esta es la labor más importante de los letrados?

-Al menos yo, de lo que más orgulloso me siento, es de la Justicia Gratuita. Ojalá la Administración valorase el gran trabajo de los abogados, porque en las relaciones sigue surgiendo cierta desconfianza que no entiendo.

-Al menos ahora se ha visto amparada la orientación a inmigrantes, mujeres víctimas de violencia doméstica y presos...

-Fueron servicios en los que en el Colegio de Zaragoza fuimos unos adelantados, y es una buena noticia que se garantice que los presten los colegios. Pero no he participado en esa negociación, no me puedo apuntar ese tanto. Ahora habrá que ver cómo se organiza, no es una lucha terminada.

-¿Qué otras luchas quedan pendientes?

-En los últimos 30 años ha habido un cambio brutal en la profesión, de un despacho en casa con dos pasantes a los colectivos, con especialización, cuando no firmas de imitación anglosajona con abogados en nómina. Las necesidades tradicionales de un colegio, como el espacio para los letrados, desaparecen y la filosofía tiene que cambiar, más allá de una colegiación obligatoria con fines deontológicos. El reto de futuro es que los colegios sigan teniendo una labor importante, por ejemplo en la actualización sobre la ingente cantidad de legislación que se promulga, entre la nacional, autonómica y local.

-¿Qué otros hitos destacaría?

-Aparte de la adaptación tecnológica, que colegialmente ha llevado mucho trabajo, destaco la Ley de Acceso a la Abogacía del 2006. Era una antiquísima reivindicación del colegio, porque no entendíamos que al terminar Derecho, un fiscal o un juez debieran seguir preparándose, y un abogado pudiera llevar un juicio en el Supremo al día siguiente de licenciarse, por ejemplo. En Zaragoza comenzamos a hacer un curso con carácter voluntario, con abogados en ejercicio como profesores, que fue una gran ayuda para la implantación del máster, ya con la Universidad de Zaragoza, en el 2014.

-También le designaron para exportar el modelo colegial a América, ¿qué recuerda de ello?

-Como colegio colaboramos con Guatemala y, a través de la UE, con Santo Domingo. Para mí lo más bonito fue Colombia, que tras 50 años de conflicto, con un asesinato de abogado cada diez días, quiso implantar un sistema de colegiación obligatoria. A mí me llamó Carlos Carnicer, ya como presidente del Consejo General de la Abogacía, para que fuese y me pasé las vacaciones dando conferencias y visitanto abogados, universidades y magistrados para un informe para el Ministerio de Justicia. Al final no sirvió, porque la motivación de la colegiación era suprimir una parte del Supremo colombiano que se encargaba de controlar a los abogados, y esta no se acometió.

-Además de el primer gerente del colegio, también fue parte de la recuperación del Justicia de Aragón, ¿cómo valora la figura?

-En aquel momento era ilusionante, una incorporación del ombudsman sueco, que en Aragón entroncaba con el Justicia, aunque no tuviera nada que ver. Recuerdo que nada más entrar al despacho, solo había una silla y doce quejas puestas antes de empezar (ríe). Pero desde el principio los partidos políticos no creyeron en la institución, se notaba cuando ibas a las Cortes y las preguntas iban más dirigidas a controlar la labor del Justicia que al funcionamiento de la Administración, que era para lo que estaba creado. Creo que no se le saca todo el partido que se podría.

Pulsa para ver más contenido para ti