Aragón, como el resto de España, vivió ayer un atípico sábado, más propio del verano que de mediados de marzo, tanto por la temperatura como por la escasa gente que paseaba por las calles. Unas vías casi vacías, en un paisaje que se repetía en todos los muncipios aragoneses, mezcla de temor y sana prudencia.

Prácticamente los únicos comercios que no notaron esta merma de transeúntes fueron los supermercados, que una jornada más vivieron imágenes como las de las rebajas, con gente agolpada a sus puertas en espera de la apertura de puertas para arrasar con la mercancía. En algunas grandes superficies, como en la zaragozana de Utebo, incluso fue necesaria la incorporación de la Guardia Civil para regular el tráfico.

Los mensajes, tanto del Gobierno central como del autonómico y de los ayuntamientos, que garantizan el suministro de productos, no parecen estar calando en la población. Particularmente desde el anuncio del estado de alarma, realizado anteayer por Pedro Sánchez y concretado ayer, con medidas restrictivas al movimiento y la apertura de comercios.

A esta concreción esperaban ayer por la mañana algunos comercios, que habían optado por abrir (otros muchos no lo habían hecho), pero que estaban mano sobre mano. En el restaurante La Lobera de Martín de Zaragoza, por ejemplo, en los últimos días habían visto canceladas todas sus reservas para este fin de semana, en tandas de hasta 500 clientes, explicaba el encargado, Carlos Escalada. «Hemos preguntado a la Policía Local si podíamos poner la terraza de dentro, y nos han dicho que, como era un espacio privado, sí que se podía. De momento abrimos con toda la plantilla, pero haremos lo que diga el Gobierno», exponía. Apenas cuatro clientes tomaban un cortado en las mesas.

Imagen de Huesca por la tarde, con las calles desiertas.

En la plaza del Torico se repetía la misma imagen: apenas gente en las calles. DIARIO DE TERUEL.

Si el mensaje de no hacer acopio de alimentos no ha calado, el de quedarse en casa, a grandes rasgos sí. Incluso antes de que los paseos ociosos quedasen directamente prohibidos. Ayer había matices, porque, si bien la precaución era notable respecto a los niños (apenas se veía ninguno en la capital aragonesa), la gente mayor parecía no tener ningún miedo al contagio, pese a su condición de colectivo de riesgo. Las mascarillas están dejando de ser un complemento extraño.

La comida (y el papel higiénico) es lo que más aglomeraciones está generando, pero no es lo único de lo que la gente está haciendo acopio. Así, en la Casa del Libro, la encargada, Carmen, explicaba que, sobre todo el viernes por la tarde y el sábado por la mañana, habían tenido una notable afluencia de clientes. Por un lado para pedir «algo con lo que entretener a los niños en casa», ante la suspensión de las escuelas. «Nos pedían muchos cuadernillos de vacaciones, pero no teníamos», explicaba. Para ellos mismos también se llevaban una inusual cantidad de libros, para tener algo que hacer. «Hoy teníamos hasta cola antes de abrir», contaba, sorprendida.

También habían notado un incremento de ventas entre clientes habituales en la tienda de Cosméticos Paquita Ors de Independencia, según explicaba una de las dependientas, Andrea Arnal. «Aparte de que tenemos gel desinfectante, que la gente se lo lleve mucho, han venido a coger productos, por lo que pueda pasar, nos dicen. Se han estado llevando el doble de lo habitual. Eso sí, gente que entre por primera vez ninguna, no hay nadie por la calle, y el miedo se nota, por ejemplo, en la cancelación de las consultas de diagnóstico de piel que tenemos», contaba.

La falta de clientes también se notaba a lo largo de la calle Alfonso, y lleva unos días haciéndolo. Sara Ignacio, de la tienda de complementos Wite Elis’s, explicaba que las recaudaciones se están resintiendo, por varios factores. «No hay gente, y la compra es menos agresiva, por decirlo así. Los clientes ya no se prueban las cadenas o las pulseras, y muchos también te dicen que no te acerques. Nosotros mismos, inconscientemente, tampoco nos aproximamos y es una venta más fría, más distante», explicaba.

Esto se combina con la preocupación de los propios trabajadores, que a esas horas no sabían si iban a tener que cerrar, como pudieron confirmar más tarde.

Los bares fueron cerrando a lo largo de la jornada, antes de tener que hacerlo por obligación, hoy, y muchos se sumaban mediante carteles a la campaña de las redes de #yomequedoencasa. Las zonas habituales de tardeo, como la plaza de Los Sitios o el entorno de la de Santa Cruz, aparecían desiertos.

Tras la confirmación del estado de alarma por la noche, la jornada terminó de forma muy emotiva con un unánime aplauso desde los balcones al personal sanitario, tras una convocatoria movida en las redes. Un ánimo que necesitarán en las próximas semanas.