El inicio de la temporada de esquí en Aragón y el resto de España está en vilo. El endurecimiento en las últimas semanas de las restricciones sanitarias por el coronavirus complica sobremanera el pistoletazo de salida de los centros invernales, que debería producirse dentro de un mes, algo que parece muy difícil que ocurra si no se produce un cambio sustancial en la evolución de la pandemia del covid-19, que actualmente está desbocada. Por las estaciones de esquí no será. La mayoría de ellas trabajan con la idea de abrir a principios de diciembre, previsiblemente para el puente de la Constitución, pero no tienen garantizado que puedan hacerlo. Todo dependerá de que la situación sanitaria dé una tregua y se relajen las medidas para su control. El sector se enfrenta así a la campaña más incierta de las últimas décadas, con miles de empleos en juego según cuál sea el desenlace.

La meteorología ha marcado siempre las constantes vitales del turismo blanco, es decir, que las condiciones del tiempo favorezcan las nevadas o que se den bajas temperaturas para producir la nieve artificialmente. Las previsiones en este sentido son positivas y todo apunta a que será un año de nieves, al igual que lo fue el anterior, lo que permitió la apertura de las primeras estaciones (Astún y Formigal) el 16 de noviembre. Ahora mismo, sin embargo, aunque las pistas tuvieran un manto blanco adecuado para la práctica de este deporte, no podrían abrir ante la imposibilidad de recibir visitantes por las limitaciones de movilidad, salvo los que residan en los municipios donde se ubican estos complejos.

En una situación normal, a estas alturas del año deberían estar cerrándose contrataciones e incorporando al personal fijo discontinúo, uno de los colectivos más destacados entre los más de 2.000 trabajadores directos que generan las estaciones aragoneses en el momento más álgido. La realidad es que eso no se está produciendo e incluso algunos empleados con el citado modelo de contrato por temporada están ya percibiendo el subsidio de desempleo del covid creado por el Gobierno para estos casos, según aseguraron fuentes sindicales. «Alguna empresa ha decidido recurrir a esta medida ya», apuntaron.

Hace ya meses que existe inquietud por cuál sería el impacto del covid-19 en esta actividad, que supone una parte importante del producto interior bruto (PIB) de la provincia de Huesca y de la comarca turolenese de Gúdar-Javalambre, donde se ubican dos estaciones. La generalización de los confinamientos perimetrales tanto en Aragón como en la mayoría de las comunidades autónomas ha supuesto un golpe de realidad sobre el endeble escenario en que va tener que desarrollarse el negocio de la nieve este invierno.

A pesar de todas las amenazas, las estaciones no han tirado la toalla en ningún momento y siguen trabajando en labores de mantenimiento, la preparación de las pistas o la innivación, aunque son conscientes de que todos sus esfuerzos están supeditados a las instrucciones sanitarias.

EN BUSCA DE LA NORMALIDAD

El grupo Aramón, al que pertenecen cuatro de las seis centros (Cerler, Formigal-Panticosa, Javalambre y Valdelinares), ha hecho los deberes para que la temporada eche a andar cuando se den las condiciones oportunas. «Estamos preparados para abrir en diciembre, pero la apertura dependerá de la nieve y de que las condiciones sanitarias lo permitan», responden desde la empresa semipública, participado al 50% por Ibercaja y el Gobierno de Aragón. «De momento quedan cinco semanas por delante. De un día a otro cambian los datos y las medidas. Nosotros cumpliremos lo que nos digan», precisaron.

El sector trata de transmitir normalidad y pone el acento en los esfuerzos realizados para adaptarse a la nueva situación. A las labores habituales para preparar pistas e instalaciones, se han sumado inversiones y preparativos para implementar medidas de seguridad e higiene con las que hacer frente a la pandemia.

CON LA VISTA PUESTA EN LA NAVIDAD

Los municipios y comarcas vinculados a la nieve en Aragón cruzan los dedos con la esperanza de que la temporada pueda llevarse a cabo con la mayor normalidad posible. «Existe incertidumbre, eso es innegable», reconoció el Jesús Gerico, alcalde de Sallent de Gállego, donde se ubica la estación de Formigal. «Podemos tener mucha buena voluntad, pero las restricciones de movilidad va a marcar la pauta. Tal cual están las cosas ahora, no podemos recibir visitantes», razonó. No obstante, se muestra confiado en que la situación sanitaria mejore y que las estaciones pueden funcionar con normalidad al menos para Navidad o después. «Espero que el balance que al final de temporada sea medianamente positivo», concluyó.

«Podemos tener nieve, pero no esquiadores. La situación del covid es la que más nos preocupa y ocupa», apuntó el alcalde Jaca, Juan Manuel Ramón. «Las estaciones han trabajado bien esta campaña de invierno, pero todo está condicionado al desarrollo de la pandemia», recordó.

Hay factores que juegan a favor. Por un lado, que se trata de un deporte individual y que se practica al aire libre en el que es relativamente sencillo aplicar medidas de distanciamiento social. Y por otro, la elevada demanda de destinos de montaña y naturaleza que existe en la actual coyuntura de pandemia, como quedó patente el pasado verano, que en el Pirineo aragonés se recuerda como uno de los de mayor afluencia de visitantes de la historia.

En el plano laboral, la inquietud es mayor si cabe. «En las actuales circunstancias no se puede iniciar la temporada con normalidad. Estamos muy preocupados. Esperamos que la situación pueda mejorar; primero, por la salud pública y, segundo, por la económica», señaló Begoña Pérez, secretaria de Acción Sindical de FSC-CCOO Aragón, quien se mostró crítica con el enfoque que están dando las estaciones a las medidas de prevención frente al virus:_«no compartimos la evaluación de riesgos que se está haciendo». A este respecto, exigió el «máximo rigor» para no repetir los errores de sectores como el cárnico.