A María y a Rosa las echaron de sus trabajos durante la séptima ola, a las dos sin indemnización y a las dos las acusaron de haber llevado el covid a casa de sus empleadores. La primera tenía contrato, la segunda, no. La primera denunció, la segunda no.

María fue contratada el año pasado para cuidar como interna a dos personas mayores en Calatayud, pero cuando llegó «eran tres». Una de ellas «me trataba fatal, me tiraba la comida...», cuenta; y «eran sabedores de que tenían covid». Comenzó a trabajar el 28 de octubre y el 6 de noviembre dio positivo. Estuvo hospitalizada 11 días y el día que le dieron el alta, «la patrona me echó del trabajo sin un duro», asegura.

«Me llevaron a casa pero solo para hacer las maletas y recoger las cosas y me dijeron que me fuera a Zaragoza como pudiera», narra. «Me dejó tirada en un bar debajo de su casa».

A Rosa le dijeron que era «una persona inservible y que los latinos venimos a robar»

Le habían dado el alta pero todavía no estaba recuperada del todo. «No podía ni con el móvil, no tenía fuerzas, lo tenía que coger con las dos manos», señala; y añade que «no conocía a nade en Calatayud». Al final llamó a unos amigos, la recogieron y estuvo con ellos varios días.

Reconoce que «aluciné con el trato que me dieron», así que denunció porque no le pagaron nada ni tampoco indemnización, pero al final lo peleó y lo consiguió. María ha trabajado como empleada del hogar en muchas ocasiones, «y en otras muchas cosas, pero con la crisis...» y no siempre el trato ha sido bueno, pero siempre ha encontrado una ayuda. Ella ha tenido suerte porque «tengo papeles, pero imagínate sin papeles, es horrible». Por eso, anima a denunciar. «No hay que tener miedo porque si no se convertirán en esclavas».

Algo parecido le ha pasado a Rosa. Ella trabajaba dos horas en una casa pero «la señora dio positivo y me dijeron que no fuera a trabajar durante 15 días» y cuando volvió «me despidieron y me acusaron de haber llevado el covid a casa» porque la abuela «estuvo mal por una embolia pulmonar». Lo que más le dolió fue que le dijeran que era «una persona inservible y que los latinos venimos a robar», dice. Rosa no tenía contrato porque «no tengo papeles», así que no denunció. Sí que mantiene otro trabajo de dos horas también, donde «la familia confía en mí y eso es de agradecer».