Había muchas “ganas” de quitarse la mascarilla en exteriores en Zaragoza porque muchos, no solo la población si no también los expertos, consideraban que era “innecesaria”. Sin embargo, desde el 24 de diciembre se obligó de nuevo a portarla en la calle, una medida que no ha contenido la explosión de contagios que ha vivido Aragón en las últimas semanas, aunque con tendencia claramente descendente en los últimos días. Había que llevarla hasta esta mañana que ha vuelto a ser una opción, igual que en los patios de los recreos de los centros educativos de Primaria y Secundaria, donde a los más pequeños ya se les permite jugar y además verse la cara. La medida, esperada pero no seguida mayoritariamente en la capital aragonesa.

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GALERÍA | Fin de las mascarillas en los patios de los colegios de Aragón. En la imagen, el colegio Catalina de Aragón. Ángel de Castro

A primeras horas de la mañana era difícil ver a un paseante sin el tapabocas puesto a la hora de llevar a los niños al colegio. Lorena era una de ellas. “Era necesario ya porque parece que la séptima ola está dando sus últimos coletazos”, decía camino al colegio en el barrio de Las Fuentes. A su lado, su hija de 9 años sí que la llevaba. “Me siento más segura” con ella, reconocía. Y dudaba si en el Educación Física o en el recreo se la iba a quitar. “Estamos ya acostumbrados”, señalaba.

Algunos de sus compañeros solo se la ponían al acercarse a la puerta, como Gonzalo, que “tenía muchas ganas, es agobiante”, decía, aunque no sabía si dentro del centro podrían quitársela ya que no se había notificado nada a los padres. En su caso, su madre llevaba una FFP2 y “todavía la llevaré un tiempo”.

Es cierto que en la puerta del colegio la mayoría de los padres la llevaban porque “hay mucha aglomeración” a la hora de dejar a los niños. “Me la acabo de poner cuando me he acercado”, señalaba Sonia.

Un grupo de personas pasea sin mascarillas en Zaragoza Ángel de Castro

Silvia es una gran defensora de dejar la mascarilla solo para interiores, aunque en su caso, al salir de casa “no me la he quitado porque no me he acordado”, decía entre risas. A sus hijos sí que les ha comprado una tira para que se la puedan quitar en el patio y “no perderla” y les ha dicho que “aprovecharan para disfrutar de esta nueva libertad”. Asegura que “había ganas”, aunque quizá “la gente no se acuerda” porque “llevamos mucho tiempo sin vernos las caras”.

Esta ha sido una de las reacciones habituales al encontrarse con conocidos por la calle. “Tengo puestas las tres vacunas”, así que creo que “aunque la deje de llevar en la calle no pasará nada”, le contaba Pedro a su vecino en la plaza de Aragón, decía antes de asegurar que entendía que “la gente tenga miedo” porque “quieras que no, todos lo hemos pasado mal”.

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“Yo no la llevo porque se me empañan las gafas”, ha dicho Rosa, que llevaba la mascarilla colgada del brazo, pero “en cuanto me acerque a una calle con mucha gente, me la pondré”. A su lado, una amiga la llevaba puesta. “Acabo de salir de trabajar y no me la he quitado”, reconocía.

Lo mismo Maribel, que pese a que no tenía a nadie alrededor llevaba una FFP “y la seguiré llevando un tiempo” porque “no están las cosas para esto”. Para ella todavía falta para que se sienta en la llamada nueva normalidad. “Yo llevaba la quirúrgica siempre, pero en diciembre ya me puse de estas y no me la pienso quitar” pese a que pueda hacerlo. Eso sí, reconocía que echaba de menos ver las caras de la gente y "me sorprende verlos sin mascarilla", pero para ver su cara, "todavía habrá que esperar".