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EFECTOS SECUNDARIOS DE LA ENFERMEDAD

Las secuelas: "Casi dos años después sigo con problemas cognitivos por el covid"

La zaragozana Yolanda Morales sufre secuelas y, por ejemplo, no puede conducir

Las secuelas: "Casi dos años después sigo con problemas cognitivos por el covid"

Yolanda Morales tiene 48 años y es una de las miles de pacientes de covid persistente que hay en Aragón. En su caso, único como el del resto de pacientes, la enfermedad le afectó al ofato, al gusto y a la memoria. «Pasé la enfermedad leve, con malestar y perdida del gusto y del olfato, a los 15 días empecé con taquicardia, dejé de poder andar y problemas de atención y memoria», explica la zaragozana.

La mujer, enfermera y contagiada al principio de la pandemia (octubre de 2020), reconoce que todavía no ha podido volver al trabajo. «Es un proceso. Ves que estás mejor pero no estás como antes. Yo sigo teniendo falta de sensibilidad en las piernas y falta de coordinación, no puedo conducir para ir a trabajar», explica la paciente.

Aunque tanto el olfato y el gusto como la memoria acabaron volviendo, no todo el proceso fue igual. «A los dos meses fui recuperando el gusto y el olfato poco a poco, con la memoria fue un proceso más complicado», cuenta Yolanda. Tras ver a varios especialistas la zaragozana terminó optando por asistir a un centro privado de rehabilitación cognitiva. «Todas las pruebas que me habían hecho hasta el momento eran test para personas mayores que no reflejaban realmente el problema cognitivo que yo tenía», asegura Yolanda.

La enfermera zaragozana explica que en su casa el problema alcanzó un punto que le dificultaba mantener una conversación. «Se me olvidaban las palabras, no sabía contestar y me quedaba paralizada. Perdí casi toda mi capacidad de atención. Si dos personas me hablaban a la vez no era capaz de entender que me decían», añade.

El proceso de recuperación se alargó hasta los 7 meses y todavía hoy, a unas semanas de cumplir dos años del contagio, la rehabilitación continúa. «Ya no voy al centro pero en casa sigo usando los programas y los ejercicios para seguir fortaleciendo mi mente», cuenta.

La enfermera asegura que durante todo este proceso se ha sentido «abandonada por la Seguridad Social». «Sabemos que no hay un tratamiento para lo que nos pasa pero lo que pedimos es una unidad propia que nos atienda y que pueda ver realmente nuestra situación », dice.

Una realidad contrastada

La falta de olfato ha sido durante la pandemia uno de los síntomas más comunes de la enfermedad. Un estudio publicado en la revista científica European Archives of Psychiatry and Clinical Neuroscience ha encontrado un vínculo entre la pérdida del olfato o el gusto tras pasar el covid con problemas de memoria.

En este nuevo trabajo, un grupo de investigadores brasileños analizó los datos clínicos de 701 pacientes tratados por covid moderado o grave en el Hospital das Clínicas entre marzo y agosto de 2020.

Las evaluaciones realizadas seis meses después del alta hospitalaria mostraron que los pacientes con los trastornos del olfato y del gusto más graves tras el covid obtuvieron los peores resultados en las pruebas cognitivas, especialmente cuando éstas implicaban la memoria, y que los resultados de las pruebas no se correlacionaban con la gravedad de su estado en la fase aguda de la enfermedad.

«El olfato es un vínculo importante con el mundo exterior y está estrechamente relacionado con las experiencias pasadas. El olor de un pastel puede evocar recuerdos de una abuela, por ejemplo. En términos de conexiones cerebrales, el olfato interactúa de forma mucho más sólida con la memoria que con la vista y el oído», afirma el otorrinolaringólogo Fábio Pinna, último autor del artículo que recoge el estudio.

El olfato y el gusto se evaluaron seis meses después del alta hospitalaria mediante cuestionarios previamente estandarizados para este tipo de estudios y que también cubrían aspectos relacionados con la calidad de vida.

El déficit gustativo moderado o severo (reducción del sentido del gusto) fue la complicación sensorial más frecuente (20%), seguido de un déficit olfativo moderado o severo (18%), un déficit moderado o severo tanto del olfato como del gusto (11%), y la parosmia (9%), que es una distorsión de la percepción olfativa, de modo que un olor que antes disfrutaba se vuelve desagradable, por ejemplo.

Hasta 12 de los participantes declararon tener alucinaciones olfativas (percibir olores que otros desconocen) y nueve alucinaciones gustativas (percibir sabores sin comer nada). En ambos casos, la mayoría dijo que las alucinaciones sólo se produjeron después de sufrir COVID-19. En respuesta a una pregunta sobre su estado de salud general, el 10,1 por ciento eligió pobre o muy pobre, el 38,5 por ciento optó por regular y el 51,4 por ciento prefirió bueno o muy bueno.

Se investigaron síntomas psiquiátricos como la ansiedad y la depresión, también mediante cuestionarios estandarizados, y se aplicaron pruebas neuropsicológicas para medir funciones cognitivas como la memoria, la atención y la velocidad de razonamiento.

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